La petrolera ha incluido al cambio climático a los riesgos estratégicos y a los que deberá poner prioridad para evitar afectar sus operaciones y finanzas.
Pemex ha decidido incluir los riesgos asociados al cambio climático a otros 10 que ya tenía listados como estratégicos, como el robo de hidrocarburos, el refinanciamiento de pasivos y la restitución de reservas de petróleo y gas. La estatal, que había tenido pocos pronunciamientos respecto al tema, ha publicado un documento en donde reconoce que deberá otorgar “alta prioridad” a este tema.
Hasta ahora, Pemex no se había pronunciado sobre los posibles impactos que podría tener el aumento en la temperatura del planeta en sus operaciones. Pero, recién ha reconocido que esto puede generar “deterioro de su viabilidad financiera, de su reputación y de la seguridad de sus operaciones”, según el documento.
“La gestión adecuada de estos riesgos es fundamental para el desarrollo de sus actividades, el cumplimiento de sus objetivos, y para garantizar la generación de valor, la continuidad operativa, la responsabilidad corporativa y el cumplimiento de las regulaciones ambientales y de seguridad”, ha reconocido la petrolera, a la que la mayoría de las agencias calificadoras le han otorgado las calificaciones más bajas en cuanto a los criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza).
Moody’s, por ejemplo, rebajó la calificación crediticia de Petróleos Mexicanos de B1 a B3 en febrero pasado, teniendo como uno de sus argumentos la falta de acciones tomadas desde la administración de Pemex para reducir su exposición a riesgos ASG.
¿Qué pasaría si el cambio climático continúa?
En el documento, Pemex ha enlistado algunas previsiones sobre lo que podría suceder hacia delante, si el aumento de la temperatura sigue el ritmo actual. Ha enlistado que sus instalaciones estarán expuestas a riesgo físico por “las amenazas climáticas agudos”, como lo son tormentas, escasez de agua, huracanes y sequías.
“La relevancia de clasificar los riesgos climáticos como estratégicos y priorizar su atención, se basa, entre otros aspectos, al impacto económico que podría enfrentarse por los daños físicos a los que están expuestas las instalaciones más vulnerables ante amenazas meteorológicas extremas”, dice el texto. “En caso de la materialización de este riesgo, se tendrían como posibles consecuencias: pérdidas económicas por daños a sus activos, posibles interrupciones al negocio con impacto en la producción, etc.”.
La petrolera también toma como riesgo cualquier modificación a las regulaciones que se hagan hacia delante para impulsar la transición energética, cambios tecnológicos, de preferencias en las compras que haga el mercado y afectaciones a la reputación de la industria de petróleo y gas. Todo esto lo atribuye a lo que ha denominado como “consecuencia de los esfuerzos mundiales por descarbonizar la economía”.
Pemex también ha dicho que podría enfrentar un aumento en el precio de sus primas de aseguramiento o una exclusión de cobertura para algunos de sus activos, los que se consideren más vulnerables o situados en sitios de alta exposición a “amenazas climáticas crónicas”, con lo que se refiere a los cambios graduales derivados de fenómenos como el aumento en el nivel del mar o cambios en los patrones de precipitación pluvial.
Pemex no identifica en el documento cuáles son los activos–como refinerías o complejos procesadores de gas– que podrían estar más expuestos a estos riesgos de largo plazo. Pero dice que la compañía está expuesta a “daños físicos o deterioro acelerado de su valor económico». así como la interrupción de sus operaciones”.
E incluye en las probables pérdidas económicas los “cambios abruptos para reducir y eliminar drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y alcanzar escenarios de emisiones netas cero”.
Pemex ya había admitido en su plan de sostenibilidad publicado hace unos meses a la transición energética como el riesgo “de más alta materialidad”, con un impacto crediticio importante. La estatal está consciente que le será más complicado acceder al mercado financiero en los siguientes años debido a su mal manejo de pasivos ambientales, que no podrán ser remediados en un corto plazo. “Adicionalmente, derivado de la evaluación de su potencial impacto financiero, se determinó que el riesgo de transición tiene un impacto significativo en sus ingresos a largo plazo”, dice el documento.
En su plan de sustentabilidad, la estatal ya había planteado acceder a otras verticales de negocio como la producción de litio e hidrógeno y la captación de gases de efecto invernadero para mantener sus ingresos a largo plazo.
La estatal petrolera se ha planteado la meta de ser una compañía cero emisiones hacia 2050 y hacia 2030 reducir en 90% las emisiones de dióxido de azufre de sus centros procesadores de gas, duplicar el nivel de reutilización de agua en refinerías y remediar al menos 361 hectáreas de pasivo ambiental.
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