Han surgido startups que están desarrollando tecnologías más disruptivas para la producción de hidrógeno limpio, al mismo tiempo que buscan una reducción de costos en su producción.
Mucho se ha hablado ya del cambio climático y sus impactos en nuestro planeta.
Esto, junto con algunos temas geopolíticos, han acelerado la adopción y desarrollo de tecnologías disruptivas como es el caso del hidrógeno verde y la energía de fusión.
En el caso del hidrógeno verde, ya están en marcha proyectos globales para su producción masiva y para utilizarlo como vector energético en la descarbonización industrial, ya sea como sustituto del diésel y el combustóleo, o como complemento del gas natural.
También se considera su uso en vehículos y en la generación de electricidad.
Usualmente, para estos efectos hablamos del hidrógeno verde, en mayor medida, y del hidrógeno azul, en menor, aunque también se habla de otros “colores” del hidrógeno, como el caso del gris, que proviene del metano, o del rosa, que se obtiene de la energía nuclear, solo por mencionar algunos.
En este contexto han surgido startups que están desarrollando tecnologías más disruptivas para la producción de hidrógeno limpio, al mismo tiempo que buscan una reducción de costos en su producción.
Algunas de estas empresas le apuestan al desarrollo tecnológico y a una consecuente mejora en la eficiencia de los electrolizadores, que son los equipos que producen el hidrógeno verde.
Sin embargo, existen otras tecnologías aún más disruptivas como la del startup Cemvita, que dice producir otro color de hidrógeno: el color oro.
En síntesis, su tecnología se basa en inyectar microbios en pozos petroleros en los cuales ya se dejó de extraer petróleo, por ejemplo, en los campos marginales, es decir, existen pozos que se dejan de explotar porque ya no es viable hacerlo financiera o técnicamente.
Estos microbios metabolizan el petróleo en la roca subterránea y convierten el petróleo en carbono que permanecería bajo tierra, y el hidrógeno liberado subiría a la superficie para ser capturado.
Muy disruptivo, ¿cierto?
Hace poco estuve participando en un webinar que organizó la Universidad de California, en conjunto con la Embajada de Estados Unidos en México, el webinar se llamó “El Futuro del Hidrógeno: Perspectivas de Estados Unidos y Mexico”.
En este webinar participó Sunita Satyapa, directora de Hidrógeno del Departamento de Energía de Estados Unidos; Isabel Studer, directora de la Universidad de California Alianza MX; y Robert Hanson, director de una empresa de Estados Unidos llamada Monolith.
Precisamente Monolith está desarrollando tecnología para producir hidrógeno limpio del metano mediante un proceso llamado pirólisis; aquí lo disruptivo es producir hidrógeno limpio, también conocido como turquesa, cuya fuente primaria es el metano.
Usualmente, el hidrógeno verde se obtiene del agua o biomasa utilizando energías renovables con una tecnología conocida como electrólisis.
Pero ahora hablemos de la energía de fusión.
A diferencia de la fusión nuclear que rompe núcleos de materiales pesados como el uranio, la energía de fusión fusiona, precisamente, núcleos ligeros tales como hidrógeno, deuterio y tritio.
Esto reduce el problema de los desechos nucleares, además de que la reacción de fusión no ocurre en cadena, y por lo tanto es más fácil de controlar.
El combustible para la fusión es abundante y puede proporcionar energía a la humanidad, sin emisión de carbono, con un buen balance en la proporción entre oferta y demanda de energía.
Se dice que la energía de fusión es la energía del Sol y las estrellas, ya que en el Sol se llevan a cabo reacciones en las que se produce justamente la fusión de núcleos de hidrógeno para formar helio, liberando en el proceso una gran cantidad de energía que llega a nuestro planeta y que nos proporciona luz y calor.
La reacción de fusión se puede obtener de varias maneras, principalmente existen dos: la fusión inercial, donde se calienta y comprime una pastilla de combustible mediante láseres, y la fusión por confinamiento magnético, donde el combustible se comprime mediante campos magnéticos mientras se calienta.
Para ello se utilizan unos dispositivos llamados Tokamaks y Stellarators.
Evidentemente, esta tecnología aún se encuentra en etapa experimental y, para ello, se está construyendo en Francia el Reactor Termonuclear Experimental Internacional (ITER, por sus siglas en inglés), y se espera que esté reactor genere el primer plasma en 2025.
En este proyecto participan la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, China, India, Rusia y Corea del Sur.
La construcción del ITER es el quinto proyecto más costoso de la historia, después del Programa Apolo, de la Estación Espacial Internacional, del Proyecto Manhattan y del desarrollo del sistema GPS.
Es curioso que ITER también significa “el camino”, en latín. Tal vez el universo nos está mandando un mensaje que debemos valorar.
Creo que lo más importante es que las tecnologías disruptivas limpias se están acelerando y diversificando, lo cual traerá beneficios para nuestro planeta.
Nota del editor: Israel Hurtado es presidente de la Asociación Mexicana de Hidrógeno. Síguelo en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.