Va primero la buena noticia: financieramente, 2023 fue el mejor año del sexenio para la CFE. Las ganancias de más de 97,000 millones de pesos fueron de más del doble que las de 2019, el único otro año con números negros de la Administración del presidente López Obrador.
La mala es que, de ahí, la mayoría no salió de innovaciones que hayan mejorado el servicio, o de haber logrado reducir los costos de generación u operación, en beneficio de los usuarios del sistema. La mayoría de las ganancias de 2023 de CFE —54%, para ser precisos— salieron de las rentas que cobra por el uso de la red de transmisión y distribución, en la que se ha negado a reinvertir.
Va por pasos. Combinadas, las subsidiarias de Transmisión y Distribución reportaron utilidades de 41,532 millones de pesos, sobre un ingreso total combinado de 227,683 millones. Esto implica un margen de 18.2 por ciento –extraordinariamente alto tanto para cualquier operador de red eléctrica como para cualquier operador de un monopolio regulado.
Pero eso no es todo. Como he explicado en columnas de años previos, la CFE también reduce artificialmente las ganancias que extrae de su monopolio de la red subsidiando a la unidad de Suministro Básico, que en principio tiene la obligación de competir. En 2023, el concepto de demanda básica, que cuantifica estas transferencias cruzadas, ascendió a 11,024 millones de pesos. Las utilidades de Transmisión y Distribución, entonces, en realidad fueron de 52,556 millones de pesos. ¿El margen real? Más de 23 por ciento.
Desafortunadamente, ha habido años de ganancias todavía más abusivas. En 2022, la CFE en conjunto perdió dinero. Pero los márgenes reales de transmisión y distribución, ya sin el maquillaje de la ‘demanda garantizada’, fueron francamente absurdos: 52% y 35%, respectivamente. En 2021 registraron niveles similares.
Desde luego que se acumulan. Las utilidades reales de Transmisión y Distribución a lo largo del sexenio suman 254,000 millones de pesos. En contraste, las pérdidas reportadas en los estados de actividades consolidados de la cuenta pública fueron 76,000 millones de pesos. No es exageración decir que las rentas de la red eléctrica son lo que mantiene a la CFE. Sin ellas, más que tramando por quedarse el 54% del mercado de generación eléctrica a como dé lugar, estaría tramando cómo le puede sacar el siguiente salvavidas a Hacienda —como Pemex.
Que la extracción de la renta monopólica se use para mantener a flote a una empresa del Estado no la hace menos abusiva. Un regulador efectivo ya hubiera bajado las tarifas de transmisión y distribución y/o ordenado a la CFE a reinvertir buena parte de las ganancias en la red. Con apenas 7,500 millones de dólares, tanto las regiones lideres en potencial renovable (eólico y solar) como los grandes polos de demanda industrial ya se habrían podido interconectar a la red. No sólo no habría más excusas para no incorporar energía verde a la red, sino que México estaría realmente listo para atender las exigentes demandas del crecimiento explosivo del nearshoring.
Claro que dejar de disponer de este dinero caprichosamente, para cubrir pérdidas, sería doloroso para la CFE. Pero es mera transparencia. La alternativa sería dejarla seguir aparentando. Ni genera 54% de la electricidad del país, ni ofrece servicios de internet a nivel nacional, ni ha sido ninguna campeona de la transición energética —si algo, la ha frenado. De no ser por las extraordinarias rentas que extrae de la red, hoy tampoco está generando mucho valor como negocio.
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