El Ejecutivo ayudará en la transición «a todos los Estados miembros, incluidos aquellos que no apoyan la legislación»
Los países de la Unión Europea (UE) ha respaldado, con la oposición de Eslovaquia y Hungría, la propuesta de la Comisión Europea para adelantar a 2028 la desconexión de la UE de las importaciones de hidrocarburos rusos, normativa que aún tendrá que negociarse con el Parlamento Europeo, que quiere acelerar un año más la fecha.
«Se trata de una decisión muy importante, un día muy importante», ha afirmado, tras el acuerdo entre los ministros de Energía de los Veintisiete, el comisario europeo de Energía y Vivienda, Dan Jørgensen, quien ha añadido que el Ejecutivo ayudará en la transición «a todos los Estados miembros, incluidos aquellos que no apoyan la legislación».
El comisario aseguró que el Ejecutivo ayudará en la transición «a todos los Estados miembros, incluidos aquellos que no apoyan la legislación».
Los Estados miembros, con un amplio apoyo y algunas reservas específicas, han secundado la propuesta de la Comisión Europea que, presionada por Estados Unidos, planteó que la UE acabe con los contratos de gas ruso a corto plazo en 2027, y un año después con los acuerdos a largo plazo, tanto por gasoducto como por barco.
Piden que el reglamento contemple una fase transitoria para los acuerdos de suministro existentes, de forma que «los contratos a corto plazo firmados antes del 17 de junio de 2025 podrán continuar hasta el 17 de junio de 2026, mientras que los contratos a largo plazo podrán mantenerse hasta el 1 de enero de 2028».
El Consejo plantea que las modificaciones de los contratos solo se permitan por razones operativas sin aumentar volúmenes, con algunas flexibilidades para los países sin acceso al mar, y propone simplificar las obligaciones aduaneras con un sistema de autorización previa y exenciones para determinados orígenes.
Las capitales deberán negociar ahora con el Parlamento Europeo, que quiere adelantar un año el calendario, con la intención de cerrar el texto antes de fin de año.
Sin unanimidad
Desde la invasión de Ucrania, la UE ha prohibido las compras a Rusia de carbón y de casi todo el petróleo, pero no del gas.
No obstante, antes de la guerra la Unión le compraba a Moscú el 45% del gas que consumía y ha rebajado ese volumen hasta niveles que actualmente rondan el 13%.
El nuevo paso supone la ruptura total, y más rápido de lo previsto inicialmente, lo que genera inquietud en algunos Estados miembros.
Es el caso de Grecia, que subrayó que apoya «completamente» la desconexión, pero pidió «medidas para corregir las perturbaciones del mercado».
En cambio, Eslovaquia, uno de los mayores aliados de Rusia en la UE, votó en contra, argumentando que comprometería su seguridad energética. Lo mismo hizo Hungría, con más énfasis.
«Se va a matar al suministro energético de Hungría (…). No tiene nada que ver con la política, con Rusia, con la guerra en Ucrania, aquí hablamos de matemáticas (…). La infraestructura restante es insuficiente», dijo en el debate ministerial el titular húngaro, Péter Szijjártó.
Aseguró que el petróleo que podría recibir a través de Croacia no sería suficiente y dejaría a Budapest sujeta al «monopolio» de una sola vía de suministro y un tránsito con tasas elevadas.
La posición de Hungría recibió críticas de otros socios, como la propia Croacia, que garantizó que tiene «plena capacidad» de abastecer a Budapest, y aseguró que la ruptura con Moscú es lo que debe hacerse, tanto «a nivel económico como a nivel moral».
Protestó también Letonia, un Estado báltico fronterizo con Rusia que se preguntó si hace falta otra «tragedia» para evidenciar que mantener la dependencia respecto a Moscú no es una buena idea.
«No estamos aquí para hablar de matemáticas ni números, aunque sean importantes, sino de valores», dijo por su parte Polonia.
Otros países, como la propia presidencia danesa de turno del Consejo de la UE, celebraron que el bloque comunitario vaya a «dejar de financiar la máquina de guerra de Rusia» y aprovechó para subrayar que «la energía que consumimos tiene que alejarse de los combustibles fósiles».
El acuerdo es «el principio de una transición» hacia una economía descarbonizada, dijo el ministro de Clima, Energía y Servicios Públicos de Dinamarca, Lars Aagaard, quien agregó que en la negociación con la Eurocámara tendrá en cuenta las «inquietudes específicas planteadas».
En la misma línea se posicionó España, a través del secretario de Estado de Energía de España, Joan Groizard, quien subrayó que «la energía no puede ser un arma de guerra» y mostró su apoyo al texto porque es «de alcance europeo» y contiene medidas «jurídicamente solventes».
Groizard abogó por profundizar más en la descarbonización, no sólo en la diversificación de suministradores de gas, un recurso que apenas existe en la UE.
«No se puede dejar que un tercer país esté en disposición de chantajear a Europa en términos energéticos. No es suficiente con sustituir una dependencia energética por otra dependencia energética», dijo Groizard.
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