La demanda energética continuará con una tendencia a la alza en el futuro. No obstante, la implementación de nuevas tecnologías y combustibles más limpios en las actividades cotidianas del ser humano, harán que esta tendencia disminuya, logrando beneficios ambientales y económicos.
Algunas prospectivas energéticas como las de Exxon Mobil o British Petrolum (BP) estiman que tanto el petróleo como el gas seguirán en crecimiento durante los próximos 25 años, pero a una tasa más lenta que en el pasado. Aunque el crudo seguirá jugando un papel importante sobre todo para el transporte comercial y la industria química, la energía renovable ganará terreno, ya que se convertirá en la fuente energética de más rápido crecimiento.
En los pronósticos de Exxon Mobil, la electricidad generada a partir del sol y viento crecerá 400 por ciento durante los próximos 20 años. Tan sólo en México la infraestructura eólica creció 300 por ciento durante el presente sexenio y de mantener esta tendencia alcanzará los 10 mil megawatts para 2024.
Los combustibles fósiles continuarán siendo recursos indispensables para el mundo y se estima que su extracción será cada vez más difícil, por lo que hay que encontrar nuevas herramientas tecnológicas para extraerlos con éxito.
Por ejemplo, en México el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) abrió las puertas del Centro de Tecnología para Aguas Profundas (CTAP), con el fin de convertirlo en un importante brazo de apoyo no sólo para Petróleos Mexicanos (Pemex), sino también para las empresas del sector privado, tanto nacionales como extranjeras, que están invirtiendo en el país.
El trabajo realizado por este Centro facilitará aplicar la tecnología adecuada y óptima para el buen aprovechamiento de los recursos y de los hidrocarburos que están en el subsuelo.
La tendencia es que algunas empresas le apostarán a los proyectos relacionados con la explotación de hidrocarburos, ya sea en tierra o agua, mientras otros buscarán apostarle a las fuentes de recursos inagotables y a la eficiencia energética.