El gobierno debe privatizar el sector eléctrico y el petrolero que, hasta ahora, como monopolios estatales, solo han servido para que los saqueen funcionarios públicos y beneficien a empresas privadas proveedoras de sus parientes y amigos.
Cuando tenemos un pariente enfermo en el hospital y le preguntamos al doctor por su salud y nos responde, “no estoy seguro si va a sanar o a morir”, es sincero, pero nos preocuparía y nos llenaría de incertidumbre.
Algo parecido pasaría si le preguntan a la presidenta Claudia Sheinbaum cómo ve el futuro de México y nos responde: “no sé” o “muy mal”, pues no tenemos dinero para que Pemex, quebrado, cubra sus pasivos, que son mayores que sus activos.
Tiene que ser optimista, pero para que sea creíble la posición de que Pemex va a salir adelante, debe presentar datos duros que fundamenten su dicho.
Si solo anuncia que le bajará los impuestos, que ya está atrasado en su pago, y lo apoyará con 50 mil millones de pesos, la mayoría de los analistas independientes, como un servidor, saben que esas “ayudas” a Pemex no son una solución de fondo y duradera, solo mantendrá a esa empresa más tiempo en la agonía.
La única solución de fondo, la privatización, que no aceptan los radicales de izquierda, quienes ven en el monopolio petrolero estatal una necesidad para garantizar “la soberanía nacional”, lo que es falso. Debido a la ineficiencia y corrupción de Pemex, el gobierno tiene que importar gasolina de EU para enfrentar el consumo nacional.
Lo mismo pasa en el sector eléctrico, CFE, debido a la ineficiencia y corrupción de ese monopolio estatal, tiene que importar electricidad de Texas, lo que implica una mayor dependencia de los vecinos del norte.
Si al gobernador de Texas se le ocurre frenar por 15 días las exportaciones de gasolina y electricidad a México, habría apagones en varias partes de la República y colas en las gasolineras por la escasez de gasolina, y su racionamiento, para que alcance para ponerle a más autos.
La solución de fondo es abrir a la competencia el sector eléctrico y petrolero, y que inversionistas privados de EU y de otros países, inviertan en México en el sector petrolero y eléctrico.
Es mejor que inviertan en México para dejar de importar del exterior, y aunque se rasguen las vestiduras los fariseos modernos de izquierda, el gobierno debe privatizar el sector eléctrico y el petrolero, que hasta ahora, como monopolios estatales, solo han servido para que los saqueen funcionarios públicos y beneficien a empresas privadas proveedoras de sus parientes y amigos, que les venden a sobreprecios productos y materias primas para generar electricidad, extraer petróleo y refinarlo para producir gasolinas.
Hace 86 años, el presidente de izquierda, Lázaro Cárdenas, expropió pozos e instalaciones, principalmente a empresas inglesas, quienes se opusieron a la expropiación; el gobierno de EU apoyó la estatización. Cárdenas corrió a los ingleses y pacto con los EU, al que convirtió en el único proveedor de gasolinas para México.
La expropiación fue básicamente contra los ingleses, y benefició a los petroleros de EU, que se quedaron como los únicos proveedores de gasolina y derivados para México. El 60 por ciento de la gasolina que exporta EU es para México.
La expropiación petrolera, con Cárdenas en 1938, fue contra los ingleses, y benefició a compañías de EU, no a los consumidores mexicanos.
La solución de fondo es que particulares mexicanos y extranjeros puedan extraer petróleo y refinarlos en México o EU. Esa reforma es conveniente para los mexicanos, no para los gobernantes corruptos, sus familiares, amigos y directivos de esos monopolios, que se benefician con ventas y negocios “chuecos” de los monopolios estatales, pero perjudican al pueblo mexicano, que compra gasolina de baja calidad y generalmente a mayores precios que los americanos en los Estados Unidos, aunque las devaluaciones del peso encarecen la gasolina norteamericana.
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