Descarbonizar la industria del transporte no es una meta de la que nos debamos olvidar al llegar a la meta principal, es un proceso integral e indefinido que posibilitará cada vez mejores opciones.
Las metas para la descarbonización son una urgente necesidad y de ello depende nuestro futuro, pues la crisis ambiental está en tal nivel que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advirtió que debe reducirse un 45% las emisiones contaminantes de aquí al 2030, para limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados.
Si bien la X Cumbre de Líderes de América del Norte parecía la oportunidad perfecta para poner el tema y posibles soluciones sobre la mesa, no se llegó más allá de solo vislumbrar reuniones que se darán en distintos momentos, para generar diagnósticos del sector automotriz y, con base en ello, un mapa de ruta hacia la transición a la electromovilidad.
Anterior a este encuentro, en la 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022 (COP 27) se pidió a los gobiernos revisar sus planes de acción para el cambio climático para 2030, principalmente para reducir progresivamente la energía de carbón no utilizada y eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles ineficientes.
En este contexto de antecedentes que hicieron poco o nulo eco en la agenda pública nacional en materia de contaminación, es meritorio mencionar que el sector transporte ha dado pasos palpables para encaminar a la industria hacia un traslado de mercancías y de pasajeros, lo más limpio posible, como lo han sido distintas opciones que marcas líderes en transporte han lanzado, camiones o buses eléctricos o que funcionan a base de combustibles como el Gas Natural Licuado o el Gas Natural Comprimido.
La problemática de fondo, en torno al por qué no se concretan acciones ante los compromisos evidentes, radica en el personal punto de vista en que la descarbonización del transporte se vislumbra como una luz al final del camino, donde después de llegar a la meta se acaba la misión, en lugar de mirarla como un proceso continuo del que dependen las economías, las formas de vida y una verdadera evolución.
Otra razón por la que me parece que estos tópicos no logran aterrizarse es porque no se logra dimensionar el potencial económico que implicaría al invertir en transportes más amigables con el ambiente. Las inversiones en estaciones de carga que implican los eléctricos, por ejemplo, son incipientes y el desarrollo de la cadena de suministro de este segmento seguirá estando limitada a las decisiones que se tomen al respecto, independientemente de la urgencia con que se requieran.
Adicionalmente, mientras llega esa meta, se necesita desarrollar una infraestructura para que se puedan alimentar los vehículos eléctricos. Por ejemplo, según números de la Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones (ANPACT), por cada 244 estaciones de carga de diésel hay una electrolinera de 50 kilowatts o más. Se tienen que desarrollar grandes esfuerzos entre la iniciativa privada y la entidad pública para lograr este cometido.
Por otra parte, en cuanto a estaciones de gas natural, ANPACT asegura que, por cada estación de gas natural, hay 157 para abastecerse de diésel. Sin embargo, esto no es lo único que se necesita, también generar la tecnología y los productos sustentables para que transportista tenga varias y mejores opciones para comprar.
Disminuir el uso del auto particular también contribuirá a reducir la cantidad de gases de efecto invernadero, ya que hablamos de soluciones que no dependen de los actores públicos y esto podría ocurrir limitando la proliferación de estacionamientos, el uso consciente del transporte público, por parte de la sociedad y solo quedaría en cancha de las instituciones la procuración de una mejor infraestructura para el peatón.
Como podemos ver, descarbonizar la industria del transporte no es una meta de la que nos tengamos que olvidar al llegar a la meta principal, es un proceso integral e indefinido que posibilitará cada vez mejores opciones. Es un tema que nos compete a todos, y desde nuestra postura como empresarios, tomadores de decisiones, automovilistas o peatones, tenemos la responsabilidad de hacer un mundo menos contaminado, con lo que está a nuestro alcance y en este caso, con lo que las marcas de la industria de transporte ya están implementando.
Nota del editor: Jorge Navarro Inostroza es director comercial y servicios para Buses y Motores en Scania México. Síguelo en LinkedIn. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.