La incertidumbre que se vive en México por ser un año electoral y encontrarse en medio de la renegociación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), no será un obstáculo para que en el país la iniciativa privada siga invirtiendo en diferentes rubros, como es el caso de los combustibles.
México cuenta con un mercado interno muy atractivo en materia de combustibles líquidos. En 2017 el consumo nacional aparente (CNA) de gasolinas fue de 655 mil barriles diarios, de los cuales el 68 por ciento fue abastecido con importaciones. Debido a la alta demanda que seguirán teniendo los combustibles, este segmento crecerá de manera importante en los próximos años y gracias a la reforma energética, actualmente este es un mercado abierto, lo que incentiva a una mayor competencia.
Ahora las empresas pueden participar en toda la cadena de suministro. Algunos expertos opinan que, aunque hay grandes expectativas sobre qué nuevas inversiones llegarán a este rubro, el mayor problema es la transportación y almacenamiento de los petrolíferos, por lo que el reto no es construir más estaciones de servicio, sino que el combustible llegue hasta lo más recóndito del país.
Debido a esto, es necesario invertir en infraestructura, aumentar el número de terminales de almacenamiento y mejorar las rutas por las que se mueven los combustibles.
Además de infraestructura, las empresas necesitan recurrir al uso de tecnología como uno de los diferenciadores que les permita alcanzar un liderazgo en costos operativos y ofrecer productos de mayor calidad y menos contaminantes. Hay empresas que han traído al país sistemas de recuperación de vapores con el fin de favorecer el cuidado de la salud, contribuir con el medio ambiente y tener beneficios económicos para los grupos gasolineros.
La transformación digital a lo largo de toda la cadena de suministro hará que el sector de combustibles esté a la vanguardia y que sus operaciones sean más eficientes.
También es necesario elevar la producción de combustibles en México y para ello se debe invertir en la reconfiguración de refinerías como la de Tula, Hidalgo, lo que permitiría incrementar hasta 40 por ciento la capacidad de producción de derivados de valor agregado y sustituir la producción de residuos pesados (28 por ciento de la refinación de crudo en 2017) por la de coque de petróleo (2.9 por ciento a partir de 2026), misma que a pesar del ofrecimiento no podrá realizarse en la administración de Peña Nieto.
De esta forma los nuevos participantes podrán elegir entre adquirir la molécula en el extranjero o abastecer la cadena de suministro mediante la oferta local de combustibles, lo que permitirá que exista mayor presión respecto al control volumétrico y que existan operaciones eficaces. Sin duda el mercado de combustibles seguirá transformándose y poco a poco será un nicho mucho más maduro.