En el gobierno en funciones el crecimiento de la capacidad de generación de la CFE fue de solo 2.3% en promedio anual y en el tendido de líneas de transmisión y distribución de 1.2%.
El destino nos alcanzó en materia de energía eléctrica.
A lo largo de los últimos días se hizo realidad lo que fue advertido por mucho tiempo: la política pública en materia de electricidad estaba creando un cuello de botella que podría traducirse en una insuficiente oferta, frente a la creciente demanda.
A pesar de que no hubo cambios constitucionales que modificaran la reforma del 2013, los cambios legales y operativos fueron suficientes para generar estos cuellos de botella en los últimos años.
Al comenzar el año de 2019, el objetivo era elevar el margen de reserva del sistema eléctrico nacional de 9 a 13 por ciento.
La situación de emergencia que se ha declarado en los últimos días fue porque ese margen bajó a 3 por ciento.
Es decir, hemos estado a punto de tener un nivel de demanda que no podría ser satisfecho por la capacidad de generación, lo que eventualmente podría producir un colapso mayor en el sistema eléctrico.
Los apagones que hemos vivido en los últimos días en realidad han sido interrupciones programadas para evitar un problema de mayor escala.
Aunque tienen razón las autoridades al señalar que han sido el calor y la elevada demanda que se desencadenó con él, los desencadenantes de las crisis, su causa raíz está en los desequilibrios de oferta y demanda.
La capacidad de generación eléctrica de la CFE alcanzó en 2018, 40 mil 18 MW. Adicionalmente, a través de los contratos con los productores independientes de energía, sumaba otros 13 mil 247 MW disponibles, para totalizar 55 mil 265 MW.
Para el 2023, la CFE contaba con 44 mil 846 MW y contratos con productores independientes por 16 mil 603 MW.
De esta forma, el crecimiento de la capacidad de generación de la CFE fue de 4 mil 828 MW, lo que significó algo así como 965 mil MW por año o una tasa media de crecimiento de 2.3 por ciento anual en promedio.
Si el crecimiento fue bajo en cuanto a generación, lo fue más en el tendido de líneas de transmisión y distribución, en donde la CFE tiene por ley el monopolio.
En 2018 tenía 946 mil 800 kilómetros de líneas de transmisión y distribución. En 2023 eran 1 millón 4 mil 800, lo que significa un crecimiento promedio anual de 1.2 por ciento.
Pero si vemos específicamente las líneas de transmisión (excluyendo las de distribución), el crecimiento fue de solo 0.5 por ciento al año en promedio, es decir, casi nada.
Hay que recordar que en 2019 el gobierno canceló la licitación de una línea de transmisión de alta tensión que traería electricidad del istmo al centro de la República. También se canceló otro proyecto para conectar Baja California con el sistema eléctrico nacional.
A la par, se suspendieron las subastas para que generadores privados aportaran energía renovable al sistema eléctrico nacional.
Y, además, por razones regulatorias, hubo diversas plantas privadas que fueron desconectadas o simplemente no se conectaron cuando ya estaban terminadas, lo que ha limitado la oferta eléctrica.
Una expresión del problema que acarreamos se registra en los índices de actividad industrial que publica el INEGI.
Los datos de la industria eléctrica al mes de marzo de este año (en un rubro que también suma actividad hídrica, pero que es mayoritariamente producción y distribución de electricidad) reflejan una caída de 25 por ciento respecto al nivel que tenían en marzo de 2018.
Tal vez, el fin de esta ola de calor o la posibilidad de que haya lluvias resuelvan la fase crítica que vivimos, pero ya hay evidencias muy claras de que, en materia eléctrica, el destino ya nos alcanzó.
Espero que los equipos de las candidatas a la Presidencia lo entiendan.
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