Existe un material que funciona mejor que el hidrógeno y sin electricidad. No obstante, no puede ser perfecto porque tiene un lado oculto. Lo llaman oro blanco. El mundo entero está buscando la manera de reducir sus emisiones CO2 en un esfuerzo por frenar el calentamiento global, al que se acusa de ocasionar catástrofes como la de la mayor crisis del siglo XXI.
En este contexto, se ha creado una nueva industria de energías renovables en la que aparecen varios inventos que buscan sustituir a los combustibles contaminantes. La mayoría viene de la mano de soluciones eléctricas y la sustitución del carbón, el petróleo y el gas por la energía solar y otras fuentes.
Sin embargo, la conocida como revolución “verde” presente un costo que recae, en líneas generales, en comunidades alejadas de los países que gozan de las ventajas del avance de las energías renovables.
¿Qué pasa con el oro blanco?
Los esfuerzos de los ecologistas por bajar la huella medioambiental se vienen abajo ante la fuerte demanda del litio, el llamado oro blanco. La minería es un negocio con una importante carga en el ambiente y que, con frecuencia, se dan en zonas remotas habitadas por pueblos indígenas u otros pueblos tradicionales.
Aunque la energía que se busca es renovable, los propios minerales no lo son. Por esta razón, algunos especialistas advierten que el auge de las energías renovables no cambia mucho las cosas, sino que simplemente se cambia una forma de producción insostenible por otra.
La industria trata de compensar la situación, apostando por un reciclaje mayor, la reutilización de minerales y tecnologías que dependan de materiales más fáciles de conseguir y un menor impacto ambiental. Sin embargo, sus esfuerzos quedan en la nada por la demanda de minerales como el litio, considerados “críticos” ante la transición energética que se busca en la actualidad.
El oro blanco genera debate: ¿hasta qué punto merece la pena extraerlo?
Chile, Argentina, Bolivia, México y Perú, por ejemplo, son países cuyos gobiernos buscan sacar provecho de minerales que todavía no han sido extraídos de manera tradicional en la región. Tienen que competir en un sector dominado por Estados Unidos y China, que batallan para lograr minerales estratégicos, y Rusia, cuyo conflicto con Ucrania ha interrumpido el suministro energético a Europa.
El problema se cierne sobre las comunidades locales, muchas de ellas indígenas, que tienen miedo de que sus tierras queden perjudicadas, que agoten sus reservas de agua y destruyan sus montañas, sagradas en sus culturas.
Los expertos en el tema admiten que se vienen retos feroces que necesitan de una gobernanza prudente, tanto en países ricos como en aquellos con menos recursos. Todavía falta mucho para igualar las condiciones, en caso de que sea un escenario posible.
El oro blanco no es siempre el mismo
Martin Obaya, economista del Conicet, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, y especialista en litio, tuvo una entrevista con France 24 en la que habló sobre el litio.
“Con la tecnología que tenemos hoy en día, ciertos tipos de yacimientos no son económicamente viables. Pero a medida que se desarrollen nuevas tecnologías y los precios se mantengan relativamente altos, es probable que surjan nuevas fuentes de suministro de litio”, declaró.
“A menudo se habla sobre la necesidad de que nuestros países dejen de exportar materias primas. Sin embargo, en el caso del litio, hay que distinguir entre la extracción de litio a partir de rocas y la que se hace por evaporación en las salinas”, explicó el profesional. “Australia exporta materia prima. Argentina y Chile exportan un producto refinado: el carbonato de litio”.
En conclusión, el oro blanco genera un debate controvertido que tardará un largo tiempo en resolverse. Mientras tanto, sigue utilizándose, llegando a proyectos como las baterías de litio (ITE).
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