El fracking, en español conocido como fracturación hidráulica, es un método de extracción de gas natural licuado (GNL) de formaciones poco permeables en el que se emplea la inyección de grandes cantidades de agua y productos químicos. El agua fractura las rocas en las que se encuentra atrapado el gas natural licuado (GNL). Después, la arena se encarga de que las rocas no se vuelvan a juntar hasta que el final del proceso y las sustancias químicas son las responsables de disolver los materiales para liberar el gas natural licuado (GNL). Finalmente, el agua con arena y químicos vuelven a la superficie, pero con el gas natural licuado (GNL) extraído.
Un reciente análisis de Food & Water Action Europe y la red Gas No es Solución revela una tendencia preocupante: la mayoría del gas natural licuado (GNL) importado a Europa desde Estados Unidos en 2023 procede del fracking. Según el Departamento de Energía del país norteamericano, el 88% del gas fósil extraído en Estados Unidos en 2023 procede del fracking. Aplicando este porcentaje al volumen total de las importaciones desde EE. UU. de GNL en la UE, el gas estadounidense obtenido mediante fracturación hidráulica satisfizo más del 17% de la demanda total de gas en la Unión Europea (UE) de los 27 en 2023.
El informe ‘Europa, presa del fracking: La verdad tóxica tras la obsesión europea por el GNL’ saca a la luz los costes medioambientales y sociales asociados a la dependencia europea del gas estadounidense procedente del fracking. Las operaciones de fracking y GNL no solo agravan la crisis climática, sino que también se cobran un alto precio en las comunidades de primera línea (grupo de personas que viven a diario diferentes impactos climáticos específicos de su región) de EE. UU. que residen cerca de los emplazamientos de fracking y de las terminales de GNL.
De 2021 a 2023, las importaciones estadounidenses de GNL se triplicaron. Las importaciones del año pasado en la UE-27 ascendieron a 64.000 millones de metros cúbicos, lo que representa casi la mitad de las importaciones totales de GNL del bloque. Los Países Bajos, Francia y España se convirtieron en los principales importadores, con más de 38.000 millones de metros cúbicos de gas, lo que representa más del 60% de todas las importaciones estadounidenses de GNL a la UE. En particular, la mayor parte del gas de fracturación hidráulica procede de terminales de exportación de la costa del Golfo, sobre todo de Texas y Luisiana.
El voraz apetito de la UE por el GNL tiene un grave coste para los derechos humanos, perpetúa la degradación medioambiental y exacerba las desigualdades sociales. Al encerrarnos en contratos de GNL a largo plazo e invertir en nuevas infraestructuras de gas, traicionamos tanto nuestros compromisos climáticos como el imperativo de abandonar los combustibles fósiles.
Europa, presa del fracking: La verdad tóxica tras la obsesión europea por el GNL
Aunque la decisión de la administración Biden de poner en pausa los nuevos proyectos de GNL es un paso adelante, no detendrá la construcción en curso ni reducirá la capacidad actual de exportación de GNL. A pesar de ello, las empresas de combustibles fósiles y algunos responsables de la toma de decisiones a ambos lados del Atlántico están realizando esfuerzos preocupantes para presentar la expansión del GNL como crucial para la seguridad energética, al tiempo que ignoran el daño desproporcionado que sufren las comunidades afectadas y dejan de lado las pruebas cada vez más numerosas de un futuro exceso masivo de capacidad de GNL. Cabe señalar que, en 2023, las tasas de utilización de las terminales de GNL de la UE estaban por debajo del 60%.
El informe también expone la paradoja de los países de la UE: mientras seis de los 13 países importadores de GNL de la UE han prohibido la fracturación hidráulica en su territorio por motivos medioambientales y sanitarios, siguen importando gas fósil de fracturación hidráulica. Mientras la UE asegura las importaciones de gas, hace la vista gorda ante las violaciones de los derechos humanos y apoya a regímenes autoritarios mediante nuevos contratos de gas. La solución a los elevados precios de la energía y a la crisis del coste de la vida pasa por una transición rápida y justa hacia energías 100% renovables, no por seguir profundizando en la dependencia de los combustibles fósiles sucios, que solo empeoran las injusticias sociales y el cambio climático mientras enriquecen a la industria de los combustibles fósiles.
Necesitamos alejarnos de los combustibles fósiles de forma rápida, justa y para siempre con el fin de lograr la justicia climática y social. Y especialmente los países europeos que prohíben la extracción de gas mediante fracking en sus territorios, como el Estado español, deben prohibir las importaciones de este gas desde terceros países, para no externalizar sus graves impactos.
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