El gran problema de las renovables parece haberse resuelto. El problema es que la solución está acabando con el planeta. Las energías renovables contribuyen al cuidado del planeta y muchos ya las consideran parte del futuro. De hecho, el Gobierno de España está comprometido con dar prioridad a este tipo de energía y a las políticas ambientales. Algunas energías de estas características son la energía solar y eólica, bien conocidas por todos.
Las fuentes de energía renovables, como su propio nombre indica, se renuevan, o sea, son inagotables, a diferencia de lo que sucede con las energías convencionales (como el petróleo, el gas o el carbón). Esta es una de las tantas razones por las que diferentes naciones y compañías están tan interesados en potenciarlas, para minimizar el riesgo de que las generaciones futuras se queden sin recursos energéticos.
Con el uso de esta forma de energía, se hace posible la protección del medio ambiente, ya que no emiten gases nocivos de efecto invernadero durante su producción ni otro tipo de emisiones contaminantes. Pese a sus increíbles beneficios, todavía presentan un problema para el que parece haberse encontrado solución.
Las renovables resurgen, pero hay un problema
El viento y el sol son altamente aprovechados para la producción de este tipo de energías. Se los ve como grandes aliados para la sustitución de combustibles fósiles. Sin embargo, tienen un gravísimo problema inherente a su propia naturaleza: su carácter intermitente.
No están disponibles las 24 horas del día los 365 días del año. La solución podría radicar en el almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) como fuente de energía, aunque sea precisamente esta emisión la que se requiere evitar.
Actuaría como fuente de energía cuando este tipo de energía no estuviera disponible. Resulta irónico hablar del empleo de CO2 como una solución para combatir el cambio climático, pero podría funcionar. Almacenando y utilizando posteriormente el dióxido de carbono para liberar energía se aplacaría la falta de energía cuando las renovables no están disponibles.
De hecho, es algo que ya se está probando. Hay un caso que ya se está utilizando y está mostrando muy buenos resultados. Hablamos del de Energy Dome, una instalación solar ubicada en la italiana isla de Cerdeña. Utiliza dióxido de carbono contenido en una cúpula hinchable a modo de batería.
Durante el día, la electricidad de la red local, en parte generada por las centrales fotovoltaicas cercanas, se emplea para comprimir CO2. Se capta a temperatura y presión casi atmosféricas y se comprime en formato líquido. De noche, o cuando la demanda de la red así lo requiere, el dióxido de carbono líquido vuelve a expandirse hasta transformarse en gas. Este gas hace funcionar una turbina que produce electricidad que se devuelve a la red.
Las renovables podrían salvarse gracias al CO2: ¿ilusión o realidad?
Uno de los aspectos curiosos de esta solución de almacenamiento de electricidad es que usa elemento como el acero, el agua y el dióxido de carbono, haciendo esta propuesta más respetuosa con el entorno que las baterías que necesitan tierras raras y metales. Sería el caso del litio o el cobalto, que se utilizan generalmente en las baterías de los coches eléctricos.
Técnicamente hablando, esta solución es presentada como una opción viable, pero su rentabilidad es su máximo problema, una dificultad que ya se ha encontrado en otras soluciones de almacenamiento. Además, debemos contar con el abaratamiento de las baterías de almacenamiento.
Los fabricantes de baterías mejoran el diseño, utilizan celdas y baterías recicladas y, respondiendo a la demanda, su producción sube. Todos estos factores hacen que el coste de las baterías continúa bajando.
En definitiva, el eterno de problema de las renovables podría quedar resuelto con la ‘ayuda’ del CO2. Sin embargo, todavía se debe esperar para ver hasta dónde llega esta tecnología. Mientras tanto, España sigue apostando por las energías renovables en diferentes puntos del país, como es el caso de la energía eólica marina.
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