A junio de este año, una familia de cuatro personas como la mía ya había contribuido involuntariamente con 3,559 pesos de “aportaciones patrimoniales a Pemex”. Para el cierre del año, habremos contribuido unos 4,500 pesos –un auténtico récord que no queda claro qué nos compra. Nos tenemos que conformar con saber que son inyecciones de capital: ayudas para Pemex más allá de su presupuesto e ingresos normales.
No era el plan. Si se hubiera cumplido con el presupuesto aprobado para el ramo 18 (energía), la cuota por mexicano para Pemex hubiera sido ‘apenas’ de 350 pesos. Una familia promedio, como la mía, hubiera subsidiado en 1,400 pesos a Pemex. Pero nuestras autoridades han decidido aumentar las aportaciones patrimoniales a Pemex en 100,000 millones de pesos. Y eso implica 775 pesos más por mexicano.
Es tentador concluir que, ni modo, este es el costo del rescate: en teoría, 15 años de contribuciones a este nivel nos permitirían, por fin, pagar la colosal deuda financiera de Pemex, de más de 110,000 millones de dólares.
Pero la realidad es que no le estamos bajando nada a esta deuda. De hecho, sigue aumentando. Y no queda claro que los costos de producción estén bajando. A pesar de los esfuerzos de este gobierno para reducir la carga impositiva de Pemex, Fitch estima que se necesita un precio de unos 60 dólares por barril en la mezcla mexicana de exportación para que las cuentas de la petrolera apenas salgan tablas. Esto implica haber perdido dinero, con asombrosa constancia, durante los últimos cinco años.
Además, está Dos Bocas. Una aportación de 145,000 millones de pesos es escandalosa desde la perspectiva del contribuyente. Pero apenas alcanza a cubrir el presupuesto original (en campaña) que se ha calculado para construir una refinería. Aunque no es muy claro cómo y a qué ritmo están bajando estos recursos para el proyecto, es inevitable que en los próximos años se carguen al erario más aportaciones patrimoniales a Pemex: la obra a cargo de la secretaria Nahle debe seguir adelante. Nunca se ha podido explicar la rentabilidad de obra y hoy ya sabemos que hasta la refinería de Deer Park, que se había considerado particularmente eficiente, perdió cientos de millones el año pasado. Pero eso no importa por ahora.
Así que los 4,500 pesos por familia de 2021 no son para avanzar en ninguna dirección en particular. No son como las ‘joyas y gallinas’ de Cárdenas que, muy cerca de la tercera transformación de la vida pública del país, convocó al pueblo en términos históricos. “Debemos organizarnos para comenzar inmediatamente la indemnización de lo expropiado. No es justo dejar esa carga a las generaciones futuras”.
Ahora, en esta transformación de la vida pública del país, nuestro gobierno parece mucho menos preocupado por la tremenda carga que deja a las generaciones futuras –a lo financiero, habría que sumar no sólo el pasivo laboral sino el ambiental, que Cárdenas nunca consideró, pero hoy ya no se puede ignorar. Y, al menos en este tema, también parece mucho menos interesado en convocar en términos voluntarios. Pedir joyas y gallinas es cosa del pasado. Para Pemex, en el 2021, la cuota es de 4,500 pesos por familia. A más de 80 años de la expropiación, nuestro gobierno ya ni se molesta en avisar.