La semana pasada, el gobierno de López Obrador reconoció por primera vez que, para contribuir sustantivamente a los objetivos climáticos globales, necesita agregar 30,000 megawatts de capacidad instalada para generar electricidad a partir de fuentes renovables de aquí a 2030. Ahora también admite, ante la comunidad internacional, que esto requiere unos 48,000 millones dólares de inversión en lo que queda de la década.
Está por verse si finalmente acepta que es imposible que la CFE logre estos objetivos por si sola. Pero es obvio. Las nuevas metas implican agregar 30 veces la capacidad del proyecto de Puerto Peñasco, la única adición de capacidad renovable sustantiva que la CFE tiene en marcha al momento. Además de requerir trabajos por al menos un par de años, muchos dudan que el proyecto vaya a poderse poner en marcha en tiempo y forma, con los alcances presumidos por el gobierno. Es ilógico pensar que, apenas pudiendo cumplir con uno, la misma organización podría desarrollar seis proyectos iguales en paralelo.
Otra forma de verlo es a partir de los objetivos del recientemente anunciado Plan Sonora. Este requiere una ambiciosa combinación de factores para hacer de ese Estado un líder indiscutido en producción de semiconductores, litio y energías renovables, con 5,000 nuevos megawatts de capacidad instalada. Aún si se logran superar los enormes retos técnicos para realizar este plan hacia 2030, los nuevos compromisos de México no exigen un Plan Sonora. Exigen seis. ¿No es obvio que es imposible que las capacidades de CFE, ya al límite, sean suficiente para cumplir este objetivo?
Desde la perspectiva de inversión, la meta de los 48,000 millones de dólares requiere que la CFE efectivamente duplique sus inversiones respecto al ritmo que registró en 2021. Pero eso no es todo. También tendría que destinar el 100% de su inversión en generación a renovables. Hoy por hoy, de acuerdo con los planes de la Sener, ni siquiera el 20% de las adiciones de capacidad propuesta son en renovables. Cuántas veces CFE se necesitarían, entonces, no sólo depende de las restricciones de capital, que las calificadoras advierten cada vez más como un problema significativo. También depende de cuántas plantas fósiles el equipo directivo liderado por Manuel Bartlett esté dispuesto a sacrificar.
Afortunadamente, aún en este contexto, de retos de escala y ejecución extraordinarios, hay motivos para ser optimistas. Lo que a todas luces es imposible para la CFE sola, ya se demostró que es perfectamente alcanzable para una industria eléctrica competitiva que logre desplegar inversiones agregadas. En 2018, México logró atraer 5,000 millones de dólares sólo en generación renovable –y en ese momento apenas empezaba a aprovechar la inercia de las subastas de largo plazo y la creación de un mercado eléctrico realmente competitivo. Si volviera al camino para aprovechar esos mecanismos, no es tan descabellado pensar que en el 2025 pueda alcanzar los 6,000 millones de dólares por año implícitos en la meta anunciada por este mismo gobierno. En términos de capacidad, ya hemos tenido años con adiciones de 4,000 MW. Esto supera el crecimiento anual que necesitaríamos hacia 2030.
A fin de cuentas, la fórmula es bastante sencilla. Que la CFE invierta lo que pueda en energías renovables. Mientras más, mejor. Pero, si de verdad se piensan cumplir las metas de la COP, se necesitan N veces CFE.
@pzarater