La petrolera enfrenta deuda millonaria, caída productiva y transferencias crecientes que superan lo que aporta al erario, evidenciando el costo de administrar sin previsión los años de abundancia.
Durante décadas, Petróleos Mexicanos fue sinónimo de abundancia. En los años en que la producción superaba los 3 millones de barriles diarios, los recursos petroleros sostenían buena parte del gasto público. México podía presumir que su empresa estatal era no solo productora de energía, sino la principal fuente de ingresos fiscales.
Pero esa bonanza se administró sin previsión. Ni los ingresos extraordinarios se usaron para modernizar instalaciones, ni se diseñó una estrategia que garantizara operaciones sostenibles en el largo plazo.
Hoy, Pemex vive el reverso de la historia. La deuda rebasa el billón de pesos, buena parte de su infraestructura requiere mantenimientos mayores, mantiene cuentas pendientes con contratistas y proveedores, y depende de transferencias constantes del gobierno federal.
El papel que en otro tiempo fue símbolo de fortaleza se ha transformado en carga. “Si se analizan los recursos que Pemex aporta a las finanzas públicas, contra los recursos que la petrolera recibe vía transferencias públicas, se puede observar que la brecha es cada vez menor”, advierte un balance de México Evalúa.
Ese punto de inflexión ya llegó. En 2024, la empresa entregó al erario 101,000 millones de pesos, pero recibió 164,000 millones en transferencias. En lo que va de 2025, hasta julio, ha aportado 146,000 millones y ha recibido 111,000 millones. El saldo neto es apenas 35,000 millones, con riesgo de que cierre el año en negativo.
Para Jorge Cano, coordinador del programa de Gasto Público y Rendición de Cuentas en México Evalúa, la tendencia no se revertirá. “Para 2026 vamos a ver que las finanzas públicas van a estar de alguna manera despetrolizadas”, explicó.
El investigador detalló que, de acuerdo con las proyecciones, Pemex aportará 233,000 millones de pesos, pero recibirá 263,000 millones a través de la Secretaría de Energía. “Habrá una pérdida neta de 31,000 millones”, puntualizó.
La causa no es solo la deuda. También pesa el deterioro de la producción petrolera, que lleva años en caída. En julio de 2025, Pemex reportó 1.379 millones de barriles diarios, por debajo de los 1.497 millones de un año antes.
Consecuencias negativas
Los intentos por frenar el declive son recientes. Entre ellos, la asignación de contratos mixtos en exploración y producción, proyectos que apenas comienzan a estructurarse. Por lo mismo, todavía no han aportado nada al balance y difícilmente podrán compensar en el corto plazo el agotamiento de los pozos maduros.
Pese a este panorama, el gobierno plantea metas optimistas. En el Paquete Económico 2026 se estima una plataforma de 1.794 millones de barriles diarios, con un precio promedio de 54.9 dólares por barril. El reto, dicen especialistas, es que estas previsiones chocan con la realidad de un campo petrolero en declive.
“Vemos que es una situación en la que el gobierno salga perdiendo en su relación con Pemex”, advirtió Cano. Entre los factores que señala están el descenso de la producción, la reducción del Derecho de Utilidad Compartida —que permite a Pemex quedarse con una mayor parte de la renta petrolera— y las transferencias directas a la empresa.
La historia muestra un contraste claro. En 2004, la producción alcanzó 3.383 millones de barriles diarios. Los ingresos petroleros eran tan altos que las finanzas públicas podían sostenerse sobre ellos. Sin embargo, incluso en esos años, Pemex ya tenía balances deficitarios.
La diferencia es que entonces el peso de la crisis era imperceptible, oculto por la magnitud de los ingresos. Hoy, la caída productiva y el creciente costo de la deuda han vuelto insostenible ese modelo.
¿Requerimos reforma fiscal?
Ante ello, la discusión se traslada hacia la necesidad de reformar el sistema fiscal. «Hay que recordar que el petróleo es un recurso no renovable y que los ingresos petroleros se han reducido significativamente, probablemente manteniéndose en niveles bajos. Por ello, aunque se intenta aumentar la recaudación por otros rubros, estos no compensan la caída, lo que mantiene los ingresos muy planos», dijo Alejandra Macías, presidenta del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
Para la especialista, el país debe dejar de ver a Pemex como salvación. “Es necesario fortalecer los ingresos tributarios. Necesitamos pensar en otro modelo de negocio en Pemex y ya no contemplarlos como una fuente tan estable de ingresos”, explicó.
Macías también advierte que el camino no es abandonar a la petrolera, sino redefinir su lógica operativa. “Es indispensable que sí se siga invirtiendo en Pemex, pero en un modelo de negocio donde ya no tenga tantas pérdidas y que compensen la caída en la producción”, dijo.
El gobierno, por ahora, ha buscado alternativas parciales. Ha incrementado las cuotas del IEPS a bebidas azucaradas, tabacos y videojuegos, además de ajustar la Ley Aduanera y de Impuestos Generales de Importación y Exportación.
Son medidas que generan ingresos adicionales, pero que, como advierte Cano, “siguen siendo una estrategia incompleta”. En otras palabras, no sustituyen la urgencia de una reforma fiscal integral.
“En el IEPS hay incrementos importantes en las cuotas que se cobran a bebidas azucaradas, tabacos, videojuegos y eso generará un aumento importante en los ingresos (…) todo esto sin hacer cambios de fondo en la estructura tributaria”, dijo.
En ese contexto, Pemex deja de ser un aliado presupuestal y se convierte en un recordatorio de que la riqueza energética mal administrada no garantiza desarrollo, y los tiempos de abundancia, si no se aprovechan, terminan por convertirse en lastre.
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