La deuda de Pemex con proveedores alcanza su nivel más alto en 13 años. Los pagos adeudados a los contratistas se han disparado a medida que la producción se desploma.
La grave crisis financiera de Petróleos Mexicanos es visible en cada rincón de Ciudad del Carmen.
En la isla, los ferris que llevan a los trabajadores a las plataformas petroleras en el Golfo de México suspenden periódicamente el servicio por falta de pago. El Hotel Llirre, que aloja exclusivamente a personal petrolero, se encuentra prácticamente vacío. Y en las plataformas marinas donde los trabajadores están aislados durante turnos de 14 días, los proveedores racionan las tortillas y solo sirven frijoles, mientras Pemex acumula miles de millones de dólares en impagos.
Al cierre de 2024 Pemex debía a sus proveedores 506 mil 200 millones de pesos (24.3 mil 200 millones de dólares), el mayor adeudo en al menos 13 años, según datos del Instituto Mexicano para la Competitividad. Como resultado, algunos contratistas han interrumpido el servicio a la petrolera. Otros están trasladando el problema a sus trabajadores reduciendo turnos y recortando gastos.
Aunque Pemex, que declinó hacer comentarios para esta nota, ha ostentado durante años la triste distinción de ser la petrolera más endeudada del mundo, sus problemas financieros están llegando a niveles críticos. El año pasado reportó pérdidas por 30 mil millones de dólares, su peor desempeño desde 2020, cuando los confinamientos por el coronavirus diezmaron la demanda de petróleo. Además, tiene dificultades para saldar una deuda de 100 mil millones de dólares, 15 por ciento de la cual vence el próximo año. Ahora, con sus proveedores al borde de la revuelta, la creciente acumulación de facturas impagas de la compañía amenaza con frenar la producción petrolera, que ya se encuentra en su nivel más bajo en 40 años, dejándola con aún menos recursos para generar los ingresos que necesita.
El declive de Ciudad del Carmen
Ciudad del Carmen refleja la caída de la industria petrolera mexicana. Antaño guarida para los piratas que asaltaban barcos españoles, la ciudad-isla floreció cuando se descubrió crudo en alta mar en la década de 1970. Una economía creció en torno a las empresas que abastecían los pozos de aguas someras de Pemex, a medida que empresas como Schlumberger, Baker Hughes y Halliburton se establecían en el sitio, creando empleos bien remunerados. Hace tan solo 12 años, los funcionarios de Pemex que vivían en el elegante complejo exclusivo de la compañía, con club campestre incluido, podían volar directamente a Houston y volver.
Pero luego de que la producción petrolera de México alcanzara su pico a principios de los años 2000, un proceso de privatización por parte del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto truncó la época dorada de Pemex. Posteriormente, las políticas proteccionistas del presidente Andrés Manuel López Obrador ahuyentaron la inversión extranjera, al tiempo que años de mala gestión corporativa y corrupción llevaron la producción a mínimos históricos y las deudas de Pemex a máximos históricos.
Hoy, las otrora lujosas casas de la zona residencial de Pemex en el centro de la ciudad están casi abandonadas.
El abandono también se siente en Ciudad del Carmen. A pesar de ser la base de la industria petrolera marina mexicana, la tasa de subocupación de la ciudad (esto es, el porcentaje de personas empleadas a tiempo parcial que desearían trabajar más) es la más alta entre otras 39 ciudades mexicanas importantes, según datos del Inegi. “Si pudiera resumir en una palabra, diría devastadores”, señaló Carlos Arjona Gutiérrez, presidente de la Cámara de Comercio de Ciudad del Carmen (Canaco Servytur). “Para recuperarnos, necesitamos, por supuesto, no solo que se pague a quienes se les debe, sino que se mantenga por los próximos dos años un cumplimiento a los contratos y su pago permanente”.
Los pagos que no llegan
La caída en picado de las finanzas de Pemex se siente con fuerza en sus plataformas petroleras, instalaciones remotas a las que solo se puede acceder en ferry y helicóptero. En febrero, sindicalistas plataformeros realizaron una huelga de hambre para protestar por el racionamiento de alimentos. Y en los dormitorios flotantes, llamados “floteles”, donde duermen los trabajadores contratados, incluso el agua ha sido restringida, dijo un trabajador de cocina que prefirió no ser identificado por temor a represalias.
Además, algunos empleados dicen que no han recibido pagos en meses. Blas Valenzuela, soldador para el contratista de Pemex Blue Marine, declaró en una entrevista a inicios de marzo que le debían tres turnos de 14 días trabajados en las plataformas de Pemex. La contratista también dejó de pagar el transporte, alojamiento y comidas (gastos que antes cubría habitualmente) y redujo su personal por completo, añadió Valenzuela.
Blue Marine confirmó que Pemex ha tardado en hacer los pagos, pero afirmó que, en cuanto a la contratista se refiere, ésta siempre ha pagado puntualmente a sus propios trabajadores y que los recortes de personal se debieron a la menor demanda de Pemex para trabajos contratados. Al 20 de marzo, Valenzuela había recibido el pago completo, según documentos compartidos por la contratista. “Valoramos su talento y sus grandes contribuciones a nuestra empresa y a nuestro cliente”, declaró Paulo Carreño King, Director de Cumplimiento Normativo de Blue Marine. “También confiamos en que Pemex y el gobierno mexicano resolverán la situación actual de las deudas pendientes con sus proveedores”.
Si bien Pemex mantiene que no despedirá a sus propios trabajadores a corto plazo para ahorrar costos, la pérdida de empleos que se está produciendo entre sus contratistas podría poner en riesgo a los trabajadores de Pemex y la producción petrolera del país. La reducción de personal de apoyo, personal de mantenimiento e inspectores de seguridad aumenta la probabilidad de explosiones, incendios y derrames de petróleo que ya se están produciendo a un ritmo cada vez más alarmante.
Una fuga en 2021 que desató un terrible “ojo de fuego” en el Golfo de México y la explosión en una plataforma en 2023 que causó dos muertes, son algunos de los incidentes que llevaron a la paraestatal a comprometerse a reducir las muertes a cero. Desde entonces, al menos seis personas han fallecido.
La crisis de deuda se ha vuelto tan grave que la presidenta Claudia Sheinbaum intervino a principios de este año para prometer que los proveedores de Pemex recibirían el pago completo en marzo. Sin embargo, posteriormente extendió ese plazo, sin dar nueva fecha.
El director general de Pemex, Víctor Rodríguez Padilla, ha dicho que están trabajando con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) en una solución, incluso proponiendo la posibilidad de emitir un bono soberano para pagar los cerca de 20 mil millones de dólares que Pemex debe a sus proveedores. Luego, en enero, un grupo de bancos intentó generar apoyo para un acuerdo de préstamo sindicado a nombre de Pemex, pero nunca se concretó, según personas con conocimiento del asunto. Bancos como Citigroup Inc. y Deutsche Bank AG también han brindado apoyo a algunos de los mayores proveedores de Pemex en Estados Unidos, como SLB y Halliburton, para cubrir facturas pendientes de la petrolera.
Mientras tanto, la SHCP planea un desembolso de 6 mil 400 millones de dólares para que Pemex pueda pagar a sus proveedores en marzo y abril. Y el gerente de financiamientos de Pemex, Alberto Jiménez Hernández, aseguró en un reporte de resultados en febrero que la compañía aceleraría los pagos recurriendo a préstamos bancarios. En el último trimestre de 2024, Pemex obtuvo préstamos por alrededor de 7 mil 400 millones de dólares para pagar su adeudo a proveedores, según su último informe de resultados.
Pero si bien esos préstamos han ayudado a reducir parte de la deuda, aún queda mucho por pagar, indicó Cathy Hepworth, directora de mercados emergentes de PGIM Fixed Income. “Simplemente está pasando del crédito de proveedores a otra forma de deuda”, apuntó.
Incluso si los pagos llegan a Ciudad del Carmen, residentes y trabajadores se muestran escépticos de que la crisis se resuelva pronto. El personal del helipuerto de la ciudad, que transporta trabajadores a las plataformas, teme que se repita lo ocurrido en diciembre pasado, cuando los vuelos se detuvieron porque se les debía a los operadores. Dora Flores Alejandro, propietaria del Hotel Llirre, anhela el momento en que el parloteo de los trabajadores vuelva a llenar su vestíbulo. El negocio de Ingri McKay, un almacén en el puerto donde los trabajadores pueden guardar sus cosas durante su turno, registra una caída del 75 por ciento. “Ha sido un caos”, dijo Valenzuela en un alojamiento para trabajadores a pocos pasos del puerto. “No sabemos cuánto trabajo habrá en el futuro”.
Con la colaboración de Michael O’Boyle y María Elena Vizcaíno
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