Solucionar los grandes retos de la sociedad contemporánea requiere que seamos capaces de poner en marcha tres transformaciones de manera simultánea. En México no estamos exentos de la necesidad de impulsar esta triple transición: digital, ecológica y socioeconómica.
Las tres están intrínsecamente correlacionadas. Un mayor y más eficiente uso de la tecnología, del Internet de las cosas, de blockchain, inteligencia artificial, más y mejores códigos, requieren de más energía. A su vez, el crecimiento económico, una mayor producción de bienes y servicios, requiere de más energía. Pero no cualquier energía.
La segunda transición demanda que seamos capaces de reducir las emisiones de carbono, para lo cual hay que incrementar de manera importante la producción de energías limpias y dejar atrás el uso de las fósiles.
Y, en tercer lugar, un crecimiento equitativo, sustentable, con mayor inclusión, implica un modelo económico distinto. Superar los rezagos en materia de pobreza, mejores salarios, formalizar la economía, entre otros grandes retos, exige tasa de crecimiento de por lo menos 4% anual, de manera sostenida y por varios lustros. De nada sirve lo que se conoce como “una llamarada de petate”, pues un buen año, en medio de cinco o seis de crecimiento mediocre, tiene poco o nulo efecto, sobre todo para generar mayores condiciones de bienestar para millones de familias.
Peor aún, caídas en la economía como las que hemos sufrido en el 2009, 2013 y 2020, erosionan el modesto crecimiento que se venía teniendo.
Hoy en Europa la crisis energética, cuyo origen está en el conflicto ucraniano y en la dependencia de los recursos rusos, ha obligado a las economías de la zona a acelerar la transición a energías limpias como algo urgente y un asunto de seguridad nacional. Se tiene que construir una matriz energética distinta, sin dependencia de una sola fuente (gas natural, en el caso de la mayoría de los países) y menos aún, de un sólo proveedor.
Incluso países con un mejor equilibrio, como Francia y España están sufriendo el reto estructural que el conflicto bélico en Ucrania ha representado. En España, por ejemplo, en el 2022 se ha tenido el año con menor viento para energía eólica, y con temperaturas tan altas que han significado menor producción de energía fotovoltaica. Sumado al costo del gas, lo anterior ha incrementado por cuatro el precio de la electricidad para la industria y los hogares. Y si bien se han tomado medidas como reducir el IVA en electricidad del 21 a 5%, la economía española en su conjunto está sufriendo el impacto negativo que esta situación ha generado.
De ahí que en toda Europa importantes compañías manufactureras hayan tenido que frenar sus inversiones o incluso parar su producción en virtud del costo energético, a pesar de los apoyos económicos que reciben de sus gobiernos¹. Tal es la gravedad de la situación que es altamente probable que la Unión Europea establezca un control de precios al gas natural y a la electricidad en los 27 países miembros.
Esta situación inédita debería servirnos de experiencia y de señal contundente, de que México debe redoblar esfuerzos y acciones específicas para impulsar la triple transición ya mencionada, para incrementar nuestra competitividad y atraer mayores flujos de inversión, ambos factores indispensables para lograr un crecimiento dinámico y equitativo.
Por lo pronto, ahí está la propuesta del gobierno de Estados Unidos de trabajar junto con México en la producción de semiconductores, baterías y autos eléctricos; se trata de bienes íntimamente vinculados con la evolución digital, ecológica y socioeconómica. ¡No dejemos pasar esta oportunidad! Sería muy positivo que la secretaria Raquel Buenrostro diera señales claras de tener un plan para lograrlo.
¹ Carcar, Santiago y Carmen Sánchez-Silva, La industria se pone en guardia ante un invierno gélido, El País, Negocios, 9 de octubre de 2022.