A medida que nos adentramos en 2023, queda claro que todos y cada uno de los países de este planeta ya sufren y padecen los efectos de la crisis climática.
México no es la excepción: la reciente emergencia por sequía en amplias zonas del norte del país, las posteriores inundaciones en Sonora y la escasez de agua en Baja California son solo algunos síntomas de dicha crisis planetaria. Catástrofes como estas siempre afectan en mayor medida a los grupos más vulnerables, lo que pone de manifiesto que la lucha contra el cambio climático es también una cuestión de justicia social.
La decisión del Gobierno de México elevaría su objetivo de reducción de emisiones al 35%, anunciada durante la Cumbre del Clima, fue una clara señal de su disposición a liderar la lucha contra el cambio climático. Siendo el duodécimo mayor emisor del mundo, México dio así un impulso positivo muy necesario a las negociaciones.
Como ocurre con cualquier objetivo, la implementación es clave. Estoy ansioso de conversar al respecto con el Gobierno de México y conocer, por ejemplo, sus planes para instalar 40 gigavatios adicionales de capacidad eléctrica renovable, capturar las emisiones de metano, ampliar las áreas naturales protegidas y reforestar amplias zonas del país. En todos estos ámbitos, la Unión Europea (UE) está dispuesta a colaborar con México.
Como uno de los principales emisores del mundo, la UE está trabajando para alcanzar la neutralidad climática en 2050. Este objetivo está establecido en la Ley Europea del Clima y queremos avanzar para lograrlo cuanto antes. Nuestros operadores de transporte, empresas energéticas y la industria se están preparando para un futuro sin emisiones. Paralelamente, los legisladores europeos están negociando medidas para reducir el uso de pesticidas químicos, así como para proteger y restaurar la naturaleza en la UE. Nuestro objetivo es plantar 3,000 millones de árboles hasta 2030 y recientemente hemos aprobado una ley para luchar contra la deforestación del planeta. Los consumidores europeos no quieren ser cómplices ni parte del problema: quieren comer carne y consumir café, chocolate o aceite de palma de forma responsable y no ser causa de deforestación en otras partes del mundo.
Pero la lucha contra el cambio climático no puede ganarse solo en la UE y México; necesitamos una acción global. Y en todos estos ámbitos, existen muchas oportunidades para que ambos colaboren más estrechamente. Cuando se trata de la transición verde, sabemos lo importante que es asegurar una transición justa e inclusiva, en la que trabajemos para reducir la desigualdad y no dejar a nadie atrás. México es un socio comercial muy importante para la UE en América Latina, y debemos apoyarnos en ello, ampliando nuestra cooperación en temas de movilidad sostenible, economía circular y energías renovables. Las empresas de la UE ya son las principales inversoras en el sector mexicano de las energías renovables.
La urgencia de actuar contra las crisis del clima y de la biodiversidad es cada día mayor, pero eso no significa que sea fácil. Durante más de dos siglos, el carbono ha estado en el centro de la economía y el desarrollo mundial. Afortunadamente, los modelos de producción y consumo están cambiando y la inversión en energías renovables, por ejemplo, está creciendo de forma exponencial. Rápidamente, se está desarrollando una economía global del hidrógeno y México, con su gran potencial solar y eólico, puede beneficiarse ampliamente de ello.
2023 ha de ser un año clave, de compromiso, pero sobre todo de acción. Demostremos al mundo que intensificar la ambición climática es una lucha por nuestro propio futuro y el de nuestros hijos; un futuro mejor, más saludable y próspero. La UE desea trabajar codo con codo, junto a México, para hacer de esta aspiración global una realidad tangible en beneficio de todos.
*El autor es vicepresidente de la Comisión Europea y responsable del Pacto Verde Europeo.