Las asignaciones podrían elevar la producción de hidrocarburos y dar un poco de oxígeno a Pemex que presenta deterioro operativo y financiero, pero no solucionan el problema estructural.
Poner sobre la mesa el tema de las asignaciones petroleras no es ocioso. Se trata de un tema que no podemos perder de vista porque puede representar un respiro para Petróleos Mexicanos, pero también podría ser un espejismo a partir de una historia que ya vivió la empresa.
El 18 de marzo de este año se publicaron los reglamentos de las reformas constitucionales aprobadas en octubre 2024 que, entre otros aspectos devolvieron a Pemex su carácter de Empresa Pública del Estado (antes era Empresa Productiva del Estado) y se establecieron las asignaciones petroleras, es decir áreas del subsuelo terrestre o marino con potencial de hidrocarburos que el Estado mexicano otorga directamente a Pemex para que explore y extraiga petróleo y gas.
A diferencia de las rondas de licitación (donde empresas privadas competían por contratos), las asignaciones no se concursan: se entregan de manera directa a Pemex porque, por ley, el Estado es dueño de los hidrocarburos y la petrolera mexicana sigue siendo su operador prioritario.
En síntesis, se está volviendo a un esquema similar a lo que frenó el ex presidente Andrés Manuel López Obrador: las asociaciones público-privadas. Y, ¿por qué se volvió al esquema de participación compartida? Porque la producción de petróleo en México no ha podido remontar a los 2 millones de barriles al día que alcanzó México en la administración de Peña Nieto y ni qué decir de los más de 3 millones que obtuvo en la gestión de Vicente Fox.
Así que las asignaciones podrían elevar la producción de hidrocarburos y dar un poco de oxígeno a Pemex que presenta deterioro operativo y financiero, pero no solucionan el problema estructural. Pemex sigue caminando con una mochila pesada, y cada paso en falso lo acerca más al borde de la insolvencia que ya mostró sus primeros estragos con el incumplimiento reciente a una larga lista de proveedores.
En el primer trimestre de 2025 Pemex reportó pérdidas por 43 mil 328 millones de pesos; en el segundo trimestre, logró revertir la tendencia con una utilidad neta de 60 mil millones, cerrando el semestre con una ganancia acumulada de 16 mil millones. Esa mejora se explica por márgenes operativos más altos y disciplina en gastos, pero no borra el hecho de que la deuda financiera sigue siendo abrumadora: 98,786 millones de dólares, con vencimientos cercanos que suman 23,800 millones entre 2025 y 2026.
Preocupa que si las asignaciones se manejan con discrecionalidad o bajo criterios políticos, terminen siendo pan para hoy y hambre para mañana, porque en las rondas de licitación las empresas privadas interesadas en explorar y extraer hidrocarburos presentaban sus mejores ofertas técnicas y económicas para ganar.
Ahora, con las asignaciones sólo tendremos que confiar en que Pemex evalúe correctamente los proyectos, con transparencia real y mecanismos externos de control, porque podrá elegir a sus socios sin competencia alguna y, sino se garantizan esas condiciones, las asignaciones que se anuncian como alivio podrían transformarse en nuevas deudas y viejos vicios.
Los dos escenarios posibles son: En el más positivo, que las asignaciones permitan aumentar reservas, elevar producción, consolidar utilidades, pagar pasivos y atraer inversión fortaleciendo la cadena productiva. En el peor, que las asignaciones (donde Pemex podrá tener una participación accionaria no menor a 40%) se conviertan en una válvula de escape momentánea que maquilla cifras sin resolver el fondo del problema: la eficiencia operativa y la gobernanza de Pemex.
Las cifras no mienten: la petrolera más grande del país en la primera mitad de 2025 generó utilidades, pero arrastra pérdidas por años y pasivos colosales. Lo que definirá el rumbo no son las buenas intenciones para la tan vitoreada soberanía energética, sino la forma en que administren estas asignaciones. Y ahí radica el verdadero reto: pasar de la narrativa de oportunidad al terreno de la rendición de cuentas y eficiencia operativa y financiera.
Pemex no necesita más anuncios de su rescate por ser la petrolera de los mexicanos, sino reglas claras, vigilancia independiente y una estrategia que mire más allá de un sexenio porque de lo contrario, estaremos aplaudiendo un espejismo que, cuando se disipe, dejará a la vista la fragilidad de la política energética, como ha ocurrido en administraciones pasadas.
Sobre la autora:
Correo: earzate2003@yahoo.com.mx
Twitter: @earzate2003
Facebook: Esther Arzate
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes México.
Encuentre la nota en: https://forbes.com.mx/asignaciones-petroleras-un-repiro-para-pemex-o-un-espejismo-del-pasado/