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En el ranking mundial de investigación aplicada para el desarrollo de tecnologías, en sólo cinco años, México cayó del lugar 37 al 79 entre los 144 países censados en el Índice Global de Innovación en este año. El documento –avalado por la Organización de Naciones Unidas y presentado por el Organismo Mundial de la Propiedad Industrial y el Instituto Europeo de Administración de Empresas– provocó interesantes reflexiones por parte de la Academia Mexicana de Ciencias, así como de algunos de sus más altos representantes, su vicepresidenta, Blanca Jiménez Cisneros, quien fue enfática y contundente:
“A los tomadores de decisiones, dijo, habría que darles cursos de capacitación para que conozcan qué es la innovación y en qué deben usarla, y crear una legislación con el fin de que las licitaciones públicas otorguen puntos adicionales a las que utilicen tecnología nacional”.
José Franco, titular de divulgación de la ciencia de la UNAM y presidente de la Academia, destacó que “el trabajo de investigación tecnológica en el país ha recaído sólo en las instituciones públicas de educación superior, que de por sí tienen recursos muy limitados, mientras las privadas se restringen a ver la educación como negocio, sin invertir en la generación de conocimiento”.
José Luis Fernández Zayas, director general del Sistema Nacional de Investigadores, planteó a su vez que “aunque México no está tan mal como hace 100 años, el abandono presupuestal de actividades sustantivas como la ciencia y la tecnología ha provocado que nos encontremos en condiciones cada vez más desventajosas, no sólo frente a los países industrializados, sino también ante otros más pobres que el nuestro. En general no sabemos qué vamos a hacer con la infraestructura, no tenemos planes, los partidos políticos tampoco los tienen”.
Alejandro Nadal Egea, investigador de El Colegio de México, dijo que para comenzar a resolver esta situación no basta con aplicar medidas cosméticas: hacen falta cambios a escala macroeconómica. “Hay que enfrentarse a los organismos internacionales de crédito, no ir con ellos de rodillas, porque el mercado solo no nos está llevando al desarrollo”.
El Gobierno Federal insiste en que vamos mejorando, pero el gasto público en ciencias se mantiene aún en el 0.44 por ciento del Producto Interno Bruto, cuando Naciones Unidas recomienda cuando menos el uno por ciento. El rezago de México en la materia se calcula en 30 años; cifra que, curiosamente, coincide con el tiempo en que se implantó aquella moda traducida en sabiduría que exigía el adelgazamiento del Estado para entregar plácidamente las riendas de la economía nacional a las invisibles manos del mercado.
En el camino presenciamos algunos tropiezos y decisiones poco afortunadas que pareciera ocioso enumerar y que se debieron a múltiples factores, tal vez hasta a la mala suerte. Pero, por otro lado, nuestro gobierno anuncia que hemos recuperado el nivel de reservas petroleras y que en breve habremos de aumentar la producción hasta más allá de los tres millones de barriles diarios.
Lo que sí merece documentar nuestro optimismo es que en los diarios se da a conocer por fin que el Banco Interamericano de Desarrollo otorgó un crédito por 300 millones de dólares para reunir los mil millones que se requieren para arrancar el famoso Proyecto Etileno XXI, de la brasileña Braskem y la mexicana IDESA; que construirá en Veracruz la infraestructura que “habrá de detonar la petroquímica en el país”, como aquél otro Proyecto Fénix que, en su momento, “habría de hacer resurgir la petroquímica mexicana de entre sus cenizas” desde el sexenio de Fox. Ahora ya sólo nos falta saber cuándo tendremos la nueva refinería y cuándo podremos superar los problemas de desabasto de gas en el centro del país…. A todo esto, estimado lector: ¿Usted, qué opina?