Pemex es símbolo del nacionalismo mexicano. Ahogada en una deuda de casi 100.000 millones de dólares, el gobierno le inyecta dinero prestado. La apuesta a las energías fósiles puede costar caro, advierten expertos.
Nacionalizada en 1938, Petróleos Mexicanos (Pemex) fue durante mucho tiempo una importante fuente de ingresos para el Estado mexicano y motivo de orgullo nacional. Hoy, parece un dinosaurio de otra época: Es la empresa petrolera más endeudada del mundo, la menos rentable con más empleados, plagada de corrupción y se ha convertido en una carga para las finanzas públicas.
Recientemente, la presidenta Claudia Sheinbaum del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) de tendencia izquierda nacionalista, propuso un plan de rescate financiero. Acto seguido, la empresa presentó un nuevo plan de negocios con una ruta de hoja cómo salir del hoyo, apostando a asociaciones con capitales privados para explorar reservas no-convencionales como el petróleo en aguas profundas y el gas vía el controvertido método de fracking o fractura de rocas con inyección de líquidos a alta presión.
Expertos consultados por DW advierten que el plan es poco realista y que existe el riesgo que se desperdicien recursos públicos que faltan en infraestructura, educación, salud, ambiente y para la transición energética.
Mexicanos pagan para mantener a Pemex
«Hasta 2014, Pemex aportó 10 mil pesos de ingresos por cada mexicano», destaca en conversación con DW Jorge Cano, coordinador del programa de gasto público y rendición de cuentas de la ONG México Evalúa.
«Ahora, en lugar de aportar, le cuesta 230 pesos a cada mexicano», subraya y advierte: «Aun si Pemex utiliza todo su presupuesto para el siguiente año, no sería capaz de pagar todos los vencimientos de sus préstamos.»
Ante la altísima deuda, el gobierno mexicano salió a contratar deuda, pasó esos recursos a Pemex para así evitar la quiebra de la empresa.
«Tiene mucho sentido que se haga de esta manera, porque la tasa de interés que paga el gobierno es mucho más baja que lo que lograría Pemex”, subraya Gonzalo Monroy, quien es director general de GMEC, una consultora en energía.
Sin embargo, advierte Cano, esto le resta recursos para salud, educación, seguridad, ciencia y medio ambiente, y así perjudica a los mexicanos mientras privilegia a los acreedores extranjeros y una empresa ineficiente.
Para 2027, según el plan de Sheinbaum, esa práctica, inaugurada por su mentor político y predecesor Andrés Manuel López Obrador, debería de cesar y Pemex con su nueva estrategia debería ser capaz de sostenerse sola.
Pérdidas en nombre de la soberanía
Monroy duda que sea factible. «Para esto, Pemex tiene que dejar de perder dinero», afirma. «Hoy, la mitad de las pérdidas están en la refinación», añade. No obstante, en el plan de negocios se sigue apostando a la refinación en nombre de la soberanía energética, o sea, la sustitución de las importaciones de gasolina y diésel que venían principalmente de EE.UU. a precios muy baratos. «Apostar a una línea que pierde dinero significa que Pemex seguirá perdiendo dinero y necesitará ser rescatada», sentencia Monroy.
El experto tampoco ve muy realista que la empresa estatal pueda lograr un significativo aumento en la producción de hidrocarburos. La producción de petróleo ha caído de un pico histórico de 3,4 millones de barriles diarios en 2004 a 1,4 millones de barriles diarios hoy en día.
«El petróleo de fácil acceso y bajo costo se ha agotado», advierte el consultor. «Y Pemex no tiene el conocimiento para explotar los yacimientos no convencionales.» Monroy explica que necesitaría comprarlos a otras petroleras y prestadores de servicios. Pero las condiciones que ofrece Pemex a los capitales extranjeros no son atractivas.
En vigor de la nueva ley de hidrocarburos, Pemex no puede aportar capital propio, pero tiene el 40 por ciento de participación, y además tendrá el control sobre la comercialización del total de la producción. «No son condiciones competitivas comparadas con contratos petroleros en África, Guayana o Brasil», dice Monroy y vaticina que solo llegarán empresas pequeñas que no son líderes tecnológicos. «A lo mucho, llevará a un repunte modesto de la producción de probablemente menos de 100 mil barriles diarios.»
Inseguridad jurídica ahuyenta inversionistas
Otro punto que puede ahuyentar a los inversionistas es la poca seguridad jurídica, apunta Cano, de México Evalúa. Con el presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) México eligió otro camino para salvar a Pemex: Se abrió el sector energético a la inversión extranjera y privada, y se adjudicaron licencias de exploración a consorcios mixtos, nacionales e internacionales.
Sin embargo, López Obrador echó abajo esa posibilidad y renacionalizó el sector, convirtiendo a Pemex de una empresa productiva del Estado (con autonomía de gestión y obligación de ser financieramente sostenible) en una empresa pública, lo cual la exime de ser rentable y la somete al control político del poder en turno. «En una situación así, la vinculación con el sector privado es difícil», advierte Cano.
Tal vez lo más sorprendente de la saga de Pemex es que Sheinbaum, galardonada con el nobel para su participación en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, no haya dado ningún impulso hacia la transición energética para la cual México tiene condiciones climáticas bastante favorables.
«Sheinbaum eligió no cambiar la política energética de su predecesor, que es una visión petrolera», dice a DW Ana Lilia Moreno, coordinadora del programa de regulación y competencia económica de México Evalúa.
Poco avance en la transición energética
«Si bien se habla de una filial en Pemex para experimentar con la geotérmica, la energía eólica y el hidrógeno y de crear plantas de energías limpias, se ve poco de eso en la práctica», comenta Moreno.
La experta tampoco ha visto incentivos para la electromovilidad y sospecha que eso probablemente es para no amenazar a Pemex y su venta de gasolina, de la cual el gobierno, a través de un impuesto especial, recauda cada año unos 20 mil millones de USD.
Los expertos recuerdan que más allá de ser una empresa petrolera, Pemex es un estandarte de la identidad nacional y además un importante empleador en el país.
Eso explica, probablemente, por qué el país está dispuesto a apostar a una empresa deficitaria de energías fósiles que drena recursos públicos y aporta poco al desarrollo y la competitividad económica en un mundo cada vez más digitalizado e impulsado por energías limpias.
Encuentre la nota en: https://www.dw.com/es/m%C3%A9xico-y-pemex-el-petr%C3%B3leo-de-bajo-costo-se-ha-agotado/a-74426993