Topar los precios para el mercado minorista de consumo de gas doméstico LP es una mala decisión que tendrá consecuencias en el abasto en el mediano plazo y que suple la falta de acción de las autoridades de competencia.
Pero que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador le quiera jugar al gasero estaba claro que tendría réditos políticos, aunque también dificultades económicas. Lo que nadie anticipaba era que sería tan rápido que se le cayera el numerito.
Claro, si López Obrador cree que es fácil sacar petróleo, pues más sencillo se le hacía vender cilindros de gas, sobre todo cuando decidió usar los recursos de todos los mexicanos para subsidiar el precio de venta al consumidor.
Se necesita mucho más que una supuesta superioridad moral, como la que cree tener la 4T, para constituir una empresa que funcione. Con todo y las ventajas anticompetitivas de las que goza la gasera del presidente.
Gas Bienestar es apenas una muy pequeña gasera, subsidiada, creada para hacer propaganda y que viola las reglas elementales de la competencia de un mercado libre, empezando por ser la empresa gasera más promocionada de México y sin que Pemex tenga que pagar una factura por esa promoción, como marcan las mejores prácticas del mercado.
Si México fuera un país de leyes deberían sancionar a Pemex y al propio gobierno federal por hacer publicidad gratuita en las mañaneras a una empresa subsidiada, en clara desventaja para todos los demás.
Con todo y esas ventajas injustas sobre sus competidores Gas Bienestar no pudo mantener sus operaciones regulares más allá de dos semanas por engañar a sus propios trabajadores.
¿Qué hubiera sido de una empresa privada que defraudara y engañara a sus trabajadores como lo hizo Gas Bienestar?
Engañar a sus trabajadores con promesas de salarios que no van a cumplir y todavía acusar a su propia gente de boicotear su fuente de trabajo raya en lo patológico.
Es paranoico argumentar que los trabajadores que exigen que se cumplan las condiciones que les prometieron son en realidad conservadores, neoliberales infiltrados para destruir el programa de gas subsidiado y propagandístico del Gas Bienestar.
Y si uno de los rezos sagrados de la 4T es orar que es un honor estar con Obrador, creen que estos trabajadores defraudados son unos ingratos por no querer laborar en una empresa creada para beneficiar a las personas con menos recursos.
Si ya es difícil manejar una empresa productiva desde posiciones burocráticas del sector público, es más difícil lograr el éxito cuando se busca canjear el sueldo de los trabajadores por el espíritu redentor del líder de la 4T.
Antes del estallido de este conflicto laboral, Gas Bienestar ya había enfrentado la molestia de los consumidores que fueron engañados con los precios.
Así, una empresa diseñada en el cuarto de guerra de la propaganda de la 4T, con los colores y las frases electorales del gobierno, se enfrenta a la realidad que no es tan sencillo hacer de todo como cree el propio presidente.
Además de los altos costos presupuestales que puede tener subsidiar el gas que consume un muy pequeño segmento de la población seleccionado de manera arbitraria, los incumplimientos laborales pueden tener el efecto contrario en el ánimo de su clientela política que algún día puede darse cuenta la manera tan burda como son utilizados.
Antes del estallido de este conflicto laboral, Gas Bienestar ya había enfrentado la molestia de los consumidores que fueron engañados con los precios.