Qué tiempos aquellos, en los que leía como notas de 8 columnas que el barril de petróleo estaba en cero dólares (hace 3 años, abril de 2020), en cero pesos, es decir, nada, y decenas de columnistas publicaban en los medios, dando por hecho que, a partir de esas fechas, el oro negro estaría depreciado, es decir, que se podría adquirir baratísimo, casi regalado.
De nada sirvió un artículo que suscribí aquí, en Diario de Xalapa, donde señalaba que era pasajera dicha situación, explicando que debido a la pandemia mundial que sufríamos por el Covid-19, y a las cuarentenas que nos vimos obligados a tomar, guardándonos en nuestras casas, no utilizando los autos o los aviones para viajar, provocaban temporalmente ese fenómeno, pero que más temprano que tarde -como sucedió-, el hidrocarburo volvería a subir su cotización en el mercado.
El correo electrónico se saturó de comentarios negativos, calificándonos de inexpertos los más benignos, y otros, como suele suceder, con calificativos peyorativos, que más vale pasarlos por alto, pero la realidad los ubicó tan pronto la ley de la demanda se sobrepuso a la de la oferta y así, los precios del barril del petróleo retomaron su carrera alcista, estabilizándose meses más tarde y hasta hace una semana, entre los 60 y 70 dólares.
Sin embargo, este lunes 3 de abril, los precios del petróleo se dispararon, después de que algunas naciones exportadoras del combustible como los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Argelia y Omán, todos miembros de la OPEP, anunciaron recortes inesperados a su producción >1.16 millones de barriles diarios en total<, dizque para respaldar la estabilidad del mercado, lo que provocó que el >crudo Brent< se cotizara de inmediato por encima de los 84 dólares el barril, pero que, según analistas especialistas, no se detendrá allí y podría llegar a situarse hasta en 100 dólares a finales de este año.
La actual inflación que vivimos, y que impacta en las finanzas de los hogares de la clase media, pobre y miserable no solamente en México, sino gran parte del mundo se provocó en gran medida, cuando Rusia invade a Ucrania y se desata la guerra entre esas dos naciones, que provocaron que los precios del petróleo se catapultaran, y encarecerían el valor de la inmensa mayoría de las mercancías. Los efectos no solo se han presentado en menos comida en los hogares, sino en detrimento de todos los satisfactores que un ser humano requiere para vivir dignamente.
Si los precios del hidrocarburo no los estabilizan de inmediato los jefes de Estado, principalmente el de Estados Unidos, en diálogo directo con los que forman parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, la OPEP, la inflación no cederá, y lo que es peor, seguirá provocando altas tasas de interés bancarias que restringirán el consumo popular y, en consecuencia, decenas de miles de despidos de empleados-obreros en las cadenas de producción-distribución de bienes, agravando el ya de suyo complejo bienestar social en el mundo.
Se generará más inestabilidad social en todas partes. Tan solo en Estados Unidos, Walmart ha estado cerrando decenas de tiendas y la semana pasada anunció que continuará haciéndolo, despidiendo así a miles de empleados (socios, como los bautizó Warren Buffet, su antiguo propietario), y eso que esta mala noticia del petróleo apenas está llegando y sus mayores efectos se vislumbran para mediados de este 2023. ¡Éramos muchos, y parió la abuela, qué caray!
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