La reunión cumbre que se lleva a cabo entre los jefes de Estado de Canadá, Estados Unidos, y México, puede ser clave para sentar los cimientos de un mayor crecimiento económico del país en los años por venir. Ello depende de qué tanto se podrá aprovechar la combinación del tratado comercial entre los tres países signado en 2019 (T-MEC), y las tendencias globales de la actualidad sobre la relocalización del comercio y la inversión entre economías afines o compatibles. El llamado “nearshoring”.
Las opiniones de diversos analistas económicos se dividen en grandes rasgos entre: aquellas que afirman que la relocalización económica tendrá grandes impactos positivos para el país y las que sostienen que los beneficios serán tan sólo moderados. Las posibilidades de éxito de la relocalización económica en el marco del TMEC dependerán de muchos factores. Entre ellos destacan: 1) qué tanta nueva inversión plasmada en formación de capital productivo, nacional o extranjera, se sitúe efectivamente en México, y 2) qué tanto valor agregado nacional se puede generar con esa inversión.
Ambos elementos son necesarios para que la combinación de T-MEC y relocalización sea exitosa en promover inversión y comercio. Pero el segundo es clave para que el país entre a un sendero de tasas de crecimiento más elevadas, que las que se han obtenido en los 25 años posteriores a la entrada en vigor del tratado previo entre los tres países, el TLCAN.
Hay indicios de un fuerte interés de empresas por invertir en procesos productivos en México, aprovechando el T-MEC y la cercanía con el resto de Norteamérica. Y es probable que ello se materialice. Pero puede suceder con cadenas de producción poco sofisticadas que utilicen primordialmente insumos importados. Es decir, principalmente ensamblaje con relativamente bajo valor agregado nacional y situado mayormente en el centro-norte del país, como ha sido en las últimas décadas.
Para que la inversión derivada del T-MEC y la relocalización integren mayor valor agregado al país, se requiere un mayor encadenamiento de proveedores nacionales a la producción derivada de las nuevas inversiones, presumiblemente en la forma de exportación. Esto es, un mayor contenido de valor agregado nacional, aspiración que ha sido ocasionalmente referida como “exportación indirecta”. Es decir, proveeduría nacional de insumos con mano de obra y capital productivo nacional para las exportaciones finales.
El valor agregado nacional significa derrama de recursos en toda la cadena de suministro; proveeduría que podría provenir de regiones distintas a los que más han avanzado con el comercio con EU y Canadá. Así, las zonas menos favorecidas por los acuerdos comerciales –algunas del centro y el sur sureste–, se podrían beneficiar como lo han hecho los estados que se han integrado al comercio y la inversión, que han experimentado tasas de crecimiento espectaculares en décadas recientes.
En el contexto de economía abierta y hacia la integración de Norteamérica, la facilitación de mayor valor agregado nacional en las cadenas de oferta debe propiciarse mediante políticas que lleven a la modernización de la economía. Las políticas de protección comercial a las industrias, de monopolios –aunque sean del Estado– y de apoyos especiales a actividades específicas son incompatibles con la senda de apertura que el país ha elegido.
La modernización a la que mencionamos, se refiere a diversos aspectos en los que el país sufre aún deficiencias importantes, que impiden la eficiencia de los mercados y la inclusión de grupos y regiones al desarrollo que hasta ahora han participado poco en el progreso del país. Otra manera de verlo es la necesidad de mejorar las condiciones que permitan una mayor productividad en el país.
La tarea de modernización que hace falta para acompañar al T-MEC, aprovechar las oportunidades de la relocalización y permitir la integración de más valor agregado nacional es amplia. Entre sus principales aspectos se pueden señalar los siguientes:
- Mejor infraestructura que reduzca los costos de transporte a lo largo del país, y que permita a las cadenas de oferta, integrar el valor agregado de proveedores de diversas regiones, mediante una logística moderna y competitiva.
- Un mercado laboral formal que propicie mayor productividad del trabajo –que se ve restringida por la informalidad–.
- Una política de energía que genere seguridad en la generación, transmisión y distribución de electricidad y disponibilidad de hidrocarburos a lo largo de todo el territorio nacional.
- Una mejor coordinación en la regulación económica en los tres niveles de gobierno, que asegure que las regulaciones y normas signifiquen beneficios para la sociedad mayores a los costos de su cumplimiento, y que evite el exceso de tramitología.
- Mercados más abiertos a la competencia, que faciliten la inclusión de emprendedores y nuevos participantes en ellos, que permitan la entrada y salida más expeditas de ellos y que puedan contar con mayor acceso al financiamiento a menores costos.
- Asimismo, y quizá lo más importante, un Estado de derecho que asegure la certidumbre de los procesos judiciales, el cumplimiento pleno de la ley y que facilite el abatimiento de la inseguridad pública, los robos y la extorsión.
Es claro que los acuerdos comerciales son y han sido oportunidades importantes para el desarrollo de los países participantes. Pero también es cierto que para aprovecharlos plenamente deben trabajar en lograr condiciones y prácticas económicas similares a las de los socios más avanzados. Es el caso de México y por ello debe trabajarse fuertemente en los puntos señalados, entre otros.
Así, se podrán incluir los grupos y regiones más necesitados al aprovechamiento de las oportunidades que representa el T-MEC y la tendencia global a las relocalizaciones de las inversiones y las actividades económicas.
El TLCAN fue un acuerdo comercial novedoso en su momento, que permitió el desarrollo de diversos sectores y regiones de México de manera notoria y que ha sido un factor clave para la economía desde varios puntos de vista.
Sin embargo, los resultados en términos de crecimiento económico nacional, no fueron tan buenos, de hecho, la economía creció menos en los años de vigencia del TLCAN, que en los años previos a la misma. La lección es clara para lo que sigue en México. Para aprovechar plenamente las oportunidades que se presentan al país, hay que hacer la tarea interna de modernización.
*Carlos Hurtado López, director general del CEESP.