Sitkana tiene como objetivo un enfoque en la tecnología de electricidad mareomotriz para los habitantes de Alaska
En la pacífica isla Douglas, Alaska, el inventor Lance McMullan dedica la mayor parte de su tiempo en su garaje, trabajando en una innovadora manera de generar electricidad a partir de las corrientes oceánicas. Aunque posee una casa hermosa, su verdadera obsesión es un generador mareomotriz, un tubo con un rotor en un extremo diseñado para convertir las poderosas corrientes oceánicas en electricidad renovable.
McMullan, fundador de la empresa Sitkana, ha dedicado 14 años a desarrollar el generador mareomotriz Chinook 3.0. Este dispositivo tiene como objetivo revolucionar la energía oceánica, similar a cómo los paneles solares cambiaron la energía solar. Según McMullan: “Cualquiera que me haya conocido en los últimos 14 años, eso es todo de lo que me ha oído hablar. Es todo en lo que puedo pensar”.
El entusiasmo de McMullan no es único. En Alaska, la energía mareomotriz se perfila como una alternativa prometedora a los combustibles de fósiles. Proyectos a gran escala, especialmente en la zona de Cook Inlet, podrían eventualmente abastecer de electricidad a miles de hogares. Esas iniciativas han atraído fondos federales, dado su potencial para reducir la dependencia del diésel y el gas natural, lo que contribuye a combatir el cambio climático.
Su proyecto, sin embargo, apunta más bajo en su fase inicial. Los generadores que desarrolla Sitkana están diseñados para barcos de pesca individuales y cruceros de vida a bordo. McMullan aspira a que su diseño pueda integrarse en comunidades costeras de Alaska, donde los costos de energía son mucho más altos que en otros estados de EE. UU. Brian Polagye, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Washington, menciona: “Es un poco difícil ir a cualquier lugar de Alaska sin tropezar con un buen sitio de energía mareomotriz”.
La clave del éxito de estos generadores radica en su diseño portátil y ligero, pesando menos de 45 kilos, lo que le permite, en palabras de McMullan: “Nadar en el agua como un pez”, y puedan ser instalados de manera similar a un ancla, sin necesidad de infraestructura adicional en el fondo del océano. Otro aspecto innovador de estos generadores es su construcción en plástico, lo que facilita su mantenimiento y reemplazo, para aceptar que pueden llegar a ser destruidos por las poderosas corrientes oceánicas y agua de mar corrosiva.
La transformación de la energía oceánica es un reto complejo y costoso. Polagye afirma: “Si la energía mareomotriz fuera la forma de energía más barata, sería tan omnipresente como un panel solar”. Aunque la densidad del agua permite que esa energía sea potencialmente más potente que la energía eólica, los elevados costos de desarrollo y mantenimiento han sido grandes barreras. Sin embargo, la energía mareomotriz puede tener éxito encontrando nichos específicos, como localidades remotas en Alaska que son más dependientes del diésel y no cuentan con una red eléctrica robusta.
Un ejemplo de esto es el pueblo de Igiugig, donde se está experimentando con una turbina que utiliza las corrientes del río Kvichak para generar electricidad. McMullan espera que el Chinook 3.0 logre objetivos similares en comunidades como Angoon, Hoonah y Kake, donde los precios de la energía son sustancialmente más altos.
Diseñar y producir el Chinook 3.0 no ha sido una tarea fácil. McMullan comenzó a conceptualizarlo mientras trabajaba como marinero en un curricán en Sitka. Motivado por la visión de un generador de mareas arrastrado por el agua, decidió estudiar ingeniería para hacer realidad su idea. “Fue ese verano cuando comencé a dibujar diseños”, recuerda McMullan. “Pero me di cuenta de que no tenía idea de qué eran ni si podía hacerlos funcionar. No sabía nada sobre fluidos o ingeniería mecánica”.
Tras años de trabajo y múltiples ajustes, el Chinook 3.0 está cerca de su lanzamiento comercial. Proporciona alrededor de 1,6 kilovatios de electricidad, es suficiente para satisfacer las necesidades diarias de una persona si el generador permanece en el agua la mayor parte del día. A un costo de más de 1.000 dólares por kilovatio, la energía generada es comparable al precio de la energía eólica, lo que hace que el diseño basado en plástico sea una solución viable y económica.
El siguiente paso para Sitkana es enviar el prototipo Chinook 3.0 a una instalación de prueba de mareas en Cape Cod, Massachusetts, donde se evaluará su impacto en la vida marina y se monitorizará su desempeño en condiciones reales. McMullan es optimista: “Nos estamos acercando mucho. Está aquí y funciona. Ahora solo se trata de ampliarlo, sacarlo a la luz y producir energía”. Con la esperanza de que los generadores estén disponibles en el mercado el próximo año por unos 2.000 dólares cada uno, Sitkana mira al futuro con el deseo de hacer la energía oceánica accesible y sostenible.