La producción de hidrocarburos no convencionales le permite a EU convertirse en un exportador tanto de petróleo, como de gas natural
Hoy Estados Unidos se reconoce como una potencia energética en petróleo y gas natural, resultado de la técnica de fracturación hidráulica o fracking. En pocos años ha tenido un cambio dramático como productor al rebasar a países como Rusia y Arabia Saudita. En 2006 su producción fue de 5 MMb/d y para el 2015 alcanzaba la cifra de 9.4 MMb/d, que se convertirán en 10 MMb/d este 2017, con un crecimiento esperado de 7.5 por ciento para 2018.
EU también tiene liderazgo en la industria de la refinación con una capacidad de destilación de 17,363 MMb/d en 2017, incluso mayor que la de China y Rusia, y continúa en expansión en consonancia con su empoderamiento energético mundial.
Este aumento en la oferta de hidrocarburos no convencionales ha tenido el efecto de reducir los precios, sobre todo el del gas natural ($3 MMBtu), para beneficiar a otros sectores y a la economía estadounidense, en general.
El impacto favorable sobre su seguridad energética se exhibe como otro de los grandes logros. Es por ello que, la industria petrolera se resiste a adoptar medidas en favor de controlar el cambio climático, como aquella de no explotar un 10 por ciento de las reservas petroleras en el subsuelo, en cambio, propone aumentar las reservas de hidrocarburos presionando por el acceso a las tierras federales que quedan por explotar.
La producción de hidrocarburos no convencionales (lutitas/esquistos) le permite a Estados Unidos convertirse en un exportador tanto de petróleo (se quitó la prohibición en diciembre del 2015) como de gas natural, a través de la modalidad de Gas Natural Licuado (GNL), con lo que su comercio podrá cubrir al mundo entero, con rutas de comercio alternas, nuevos mercados, el control de infraestructura y rentas que aumentan su poder capaz de desplazar a competidores y adversarios. Su nuevo status impacta el balance energético mundial y a varios países en particular.
Por ejemplo, aquellos exportadores tradicionales de gas a EU, algunos de ellos, ya fueron borrados de su mercado, con excepción de Trinidad y Tobago, Canadá, Nigeria y Noruega.
En tanto que, la nación estadounidense se convierte en un exportador (a partir de febrero del 2016) a los mercados de Asia, de la Unión Europea (UE) y a países con los que tiene acuerdos de libre comercio, así como con otros con los que no los tiene. EU va en grande y se espera que para 2025 esté exportando 12 mMMpcd, mientras que para 2040 sea el doble. En este sentido, los pronósticos son que la producción de gas continuará creciendo hasta el 2050, en contraste con los límites productivos que tiene el tight oil. Es decir, el gas ha ido extendiendo sus horizontes con el tiempo.
Estas ventas se preparan con la construcción de seis terminales que estarán listas en el 2020, su gran capacidad que se erige (EU añadirá la mitad de la capacidad global) para contratos de largo plazo, mientras que para el corto ya tiene a México como su mayor consumidor, aunque su preferido es el mercado asiático.
Pese a que las exportaciones de GNL de EU tienen los mayores costos a nivel internacional, su costo marginal de corto plazo es competitivo ($5 MMBtu), si bien, el de largo plazo es más alto ($8 MMBtu). La razón de esto se atribuye a que la propiedad de los hidrocarburos en EU es privada, por lo que los recursos en el subsuelo son del propietario o de quien perfora el terreno, al tiempo que los productores lo pueden exportar a través del GNL.
Debido a la posibilidad global de este comercio, EU deja bien clara su capacidad para alterar el balance del mercado mundial. Su potencial se convierte en un desafío para otros grandes exportadores de gas como Rusia y Catar, con quienes compite por las monumentales rentas generadas en la producción y el comercio del GNL. Éste es un gran negocio.
La competencia por mercados se localiza en estos momentos en la Unión Europea (UE), históricamente abastecida por el gas ruso (38 por ciento) y a quien EU busca desplazar bajo el pretendido objetivo de reducir su vulnerabilidad de la dependencia rusa. Esto se ha concretado en recientes sanciones (25 de julio, 2017) por parte del Congreso de EU a Rusia, Irán y Corea del Norte. La penalización impedirá al presidente Donald Trump intentar modificarlas sin la aprobación del Congreso estadounidense, por eso vienen como propuesta de Ley. Aunque las sanciones van dirigidas contra Rusia, en realidad, su comercio será poco afectado en razón de su poca importancia, no así sobre la UE y sus empresas cuya factura comercial es alta, por lo que serán los realmente afectados, en particular, golpeará los intereses de Alemania.
Por lo anterior, su ministro de asuntos exteriores declaró al respecto: “No toleraremos la imposición de sanciones de EU a empresas europeas”. Su disgusto tiene que ver con que estas penalizaciones ponen en riesgo la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que llevaría el gas ruso a Alemania y a otros países de la UE. Con ello se cancelan otros siete proyectos con una importante participación de empresas rusas (33 por ciento) como Gaz-prom, Gazprom Neft, Surgeneft gaz, Rosneft y Lukoil. Así como de privadas de otros países occidentales, tal es el caso de Shell, BP, ENI y otras más de la UE.
La competencia en el mercado mundial del GNL también ha afectado a Catar, principal exportador de GNL en el mundo. Su importancia (77 MMTA) se ha demeritado en la medida que EU y Australia aumentan su producción y sus mercados se expanden en el mundo. Este crecimiento representa en el 2017 un excedente de capacidad de 32MMTA en tanto que se espera que los principales productores dupliquen en un 50 por ciento la capacidad total para el comercio de GNL en el 2020.
En este contexto Catar está en desventaja frente a su vecino hostil, Arabia Saudita, país aliado de EU. La crisis diplomática (28 de junio, 2017) por la que atraviesa Catar es también resultado de su relación con Irán, objetivo geopolítico de la administración del presidente Trump.
No menos importante es el hecho de que Catar es el principal exportador de GNL a nivel mundial, además de ser parte de otros proyectos energético regionales en competencia, como sucede entre el oleogasoducto de Arabia Saudita-Jordania e Israel y el oleogasoducto de Catar-Irán-Siria y Turquía.
Catar tiene ventaja en sus costos de producción, ya que son los más bajos del mundo, y en sus rutas de comercio, respecto de sus competidores. Su costo de entrega es similar al break-even price de Rusia ($5.20 MMBtu). Con ello compite EU al poder cubrir su costo marginal, pero no el break-even cost de largo plazo. En el futuro, la competencia en este rubro será muy importante pues se trata de reducir la participación de Catar y otros pro-ductores en el mercado mundial.
El bloque energético
de América del Norte
América del Norte encaja bien con los objetivos de la industria petrolera de Estados Unidos de lograr el “acceso” a nuevas áreas de producción para aumentar las reservas petroleras, esto es una posibilidad con la Reforma Energética (RE) de 2013 en México. La convergencia entre la revolución energética en EU y la RE mexicana es vista como la oportunidad para desarrollar al máximo el potencial de la región. Con lo que Estados Unidos puede avanzar su dominio sobre el mercado centroamericano, continental y, en última instancia, el mundial.
En realidad, la integración energética de América del Norte va más allá del petróleo y el gas, pues abarca todas las fuentes primarias de energía y también forma parte la industria de la refinación, la electricidad, la energía nuclear, el comercio energético bilateral y trilateral, la integración física de infraestructura, el mercado mexicano de gasolinas y todo lo que la RE abrió al capital extranjero.
En especial, hay urgencia por parte de los promotores de la integración por desarrollar los recursos de lutitas en México, así como los yacimientos y recursos “compartidos” entre nuestro país y EU, especialmente en la frontera norte.
En una reciente visita a territorio mexicano, el actual secretario del Departamento de Energía de EU, Rick Perry (13 de julio, 2017), propuso formar un “bloque energético de América del Norte”, en la línea de hacer a “América grande otra vez” (make America great again) a partir de construir una potencia energética en la región. La industria petrolera de Estados Unidos lo apoya, ya que fortalece su seguridad energética, su economía y la creación de empleos para sus ciudadanos, así como las oportunidades de negocio que la RE abre en México.
La importancia de la propuesta debe verse a la luz de la próxima renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ya que, con seguridad, se va a incorporar la energía a las negociaciones. En este rubro no va a privar el proteccionismo, sino el libre comercio energético con mayores garantías y cláusulas de seguridad para la inversión extranjera.
La frontera de México con EU cobra particular importancia por el doble discurso Donald Trump hacia la misma. Por un lado, construye un muro para detener la migración ilegal, pero por otro, refuerza la idea de numerosos proyectos en la frontera relativos a diferentes fuentes de energía y/o actividades e infraestructura relacionada. Si consideramos la importancia de esta última propuesta, el comercio y los proyectos energéticos borrarán la frontera debido a la preponderancia de los proyectos trasnacionales en la región fronteriza y lo que queda de la soberanía energética, dada la asimetría de poder con México y la subordinación de la RE a las demandas de los negocios vinculados con la revolución energética en EU.
Por ello, hay una razón para incorporar el tema energético como parte de la renegociación del TLCAN, donde la energía entraría en calidad de commodity, es decir, un bien comercializable en donde domina la perspectiva de corto plazo y en donde su carácter estratégico queda de soslayo. Después de los cambios de la RE, los grandes capitales pueden avanzar más en sus expectativas de profundizar el libre comercio y la seguridad de sus inversionistas.
No está por demás señalar el hecho de que la balanza petrolera mexicana ya es deficitaria. Sobre todo, a la luz de la demanda del presidente estadounidense para revertir un supuesto superávit de México, respecto de Estados Unidos. Lo que es claro, es que no prevalecerá el proteccionismo, pero sí la postura ventajosa ya anunciada por el jefe del ejecutivo de EU en el nuevo TLCAN, así como la asimetría del poder que caracteriza a la relación bilateral.