La representatividad de las ganancias o pérdidas cambiarias, se debe al nivel de transacciones que se efectúan en monedas de otras denominaciones
* Mercedes es socia de Mercados de Capital y Asesoría Contable en PwC México, contadora pública certificada en Estados Unidos y también en Normas Internacionales de Información Financiera (IFRS, por sus siglas en inglés) por la Asociación de Contadores Certificados Colegiados (ACCA, igualmente por sus siglas en inglés).
mercedes.fuguet@pwc.com
Víctor Hugo es gerente de Mercados de Capital y Asesoría Contable en PwC México, vicepresidente del Comité Técnico Nacional de Información Financiera del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y profesor de cátedra del Tecnológico de Monterrey.
victor.hugo.vazquez@pwc.com
Introducción
En empresas de la industria energética suele ser común realizar operaciones en diferentes monedas y que se registren ganancias o pérdidas conforme a las variaciones en los tipos de cambio, siendo a veces cantidades que impactan de manera importante los estados financieros. Pero, ¿de qué depende el nivel de impacto? ¿cuáles monedas detonan en mayor medida estos efectos? ¿la compañía está registrando apropiadamente estas variaciones? Son preguntas que toda administración y los diferentes stakeholders de las empresas estarían interesados en abordar de manera oportuna y clara para facilitar su toma de decisiones. Sin embargo, las respuestas no siempre son tan aparentes, ya que se necesita de un análisis detallado que requiere un alto grado de juicio y que además podría ir cambiando en forma dinámica, según el paso del tiempo y la evolución que experimente el negocio de cada corporación.
Determinar la “moneda funcional”, el gran reto
Es cierto que, el qué tan representativas sean las pérdidas y ganancias cambiarias de una compañía, se debe al nivel de transacciones celebradas en diferentes monedas. Por ejemplo, puede haber muchos efectos cambiarios si varios de los insumos que se adquieren de distintos proveedores, sean nacionales o extranjeros, así como las distintas fuentes de financiamiento, se contratan bajo el compromiso de liquidarlos en cierta variedad de monedas. De igual modo, si las cuentas por cobrar a los diversos clientes, el efectivo mantenido y las inversiones que se tengan se establecen en diferentes divisas, es seguro que habrá una exposición cambiaria que deberá contemplarse. En otras palabras, siempre que una empresa celebre acuerdos en los que adquiera derechos o compromisos en más de una moneda, se enfrentará con tener que registrar este tipo de pérdidas y ganancias; detrás de las cuales hay una serie de consideraciones que previamente hay que solventar para determinar en qué grado podría ser el impacto.
No obstante, para saber qué moneda o monedas generan tales efectos, es necesario responder a ¿cuál o cuáles son las monedas extranjeras de la compañía? y en este punto, no es aconsejable contestar en función de la moneda de curso legal de la jurisdicción donde labora la empresa. Por ejemplo, si bien afirmar que si se está operando en México todas las monedas distintas al peso mexicano son monedas extranjeras podría reflejar la realidad económica de algunas entidades, técnicamente realizar una generalización no sería apropiado. Esto es porque bajo cualquier marco contable y de reporte financiero aceptable, como pueden ser las NIF, las IFRS o las U.S.GAAP, una “moneda extranjera” se concibe como toda aquella moneda distinta a la “moneda funcional”. Parece entonces que la definición de una moneda extranjera está supeditada a la definición de otra moneda y en efecto es así, por lo que hay que dar un paso atrás y entender cuál es la moneda funcional de la empresa.
La moneda funcional se define generalmente como la moneda del entorno económico primario de una entidad. Así, es posible entender uno de los principios básicos a defender: la moneda funcional no es una decisión, se determina con base en el entorno económico de la empresa, sea cual sea éste. Por lo tanto, conocer cuál es la moneda funcional de una compañía es el gran reto y es cuestión de comprender los hechos y circunstancias alrededor de su entorno económico. Aquí es pertinente enfatizar un punto ya mencionado, hay que tener en mente que la moneda funcional de una empresa no necesariamente es la moneda de curso legal del país donde esté constituida; ésta es una percepción generalizada que debe cambiarse porque la condición geopolítica no necesariamente determina el ambiente económico primario de una entidad.
¿Quién debe determinar la moneda funcional?
Todas las entidades legales deberían hacerlo y, en un grupo, este análisis tendría que realizarlo cada una de las entidades legales que lo conforman, sean éstas conducidas en la forma de una subsidiaria, asociada, negocio conjunto e incluso como sucursales. Esto incluye a los corporativos, aunque por su naturaleza presenten retos adicionales dadas sus funciones de inversión, pago de dividendos y la prestación de servicios a las compañías del grupo. Debe conducirse así ya que, en lo individual, cada entidad de un grupo podría tener una moneda funcional diferente a la de la entidad controladora o casa matriz, si se desenvolvieran en un ambiente económico primario diferente.
¿Por qué se requiere determinar la moneda funcional?
Porque de ser diferente la moneda funcional de la entidad, a la moneda de curso legal en el país en el cual se encuentra operando, no se deberían presentar ganancias o pérdidas cambiarias por las transacciones que se lleven a cabo en la moneda funcional. La definición de la moneda funcional también incide en la gestión de riesgos de las empresas y en la contratación de coberturas cambiarias.
Por ejemplo, si la moneda funcional es el dólar (porque es la moneda del entorno económico primario de la entidad), estando la compañía en México, la información financiera de esta empresa debería hacerse en la moneda funcional (dólares, en este caso) y se tendrían que registrar los efectos cambiarios que resulten de las transacciones hechas en pesos mexicanos u otras monedas diferentes al dólar. De no hacerse los registros contables en dólares, existen en los diferentes marcos contables mecanismos bien establecidos para la conversión de monedas, mismos que serán relevantes en la medida en que una compañía se encuentre en la situación de tener una moneda de registro diferente a la funcional y una moneda de presentación de estados financieros diferente a la de registro y a la funcional. De este modo, no se reconocerían efectos cambiarios por las transacciones que se efectúen en la moneda funcional, disminuyendo así la volatilidad en el estado de resultados.
Esto puede ocurrir cuando la empresa se dedica a la venta de una mercancía o commodity bajo precios definidos por los mercados internacionales y, aun cuando la compañía esté en México, la moneda funcional pudiera ser el dólar y no el peso. En este sentido, los registros contables deberían hacerse en dólares, pero en caso de que se hicieran en pesos, sería preciso realizar un proceso para convertir los pesos en dólares, usando la tasa de cambio histórica para convertir activos y pasivos no monetarios (ej. activos fijos) y la tasa spot o de cierre del balance, para activos y pasivos monetarios (ej. cuentas por cobrar y por pagar). La volatilidad que se reconozca en el estado de resultados por las diferencias cambiarias no debería ser significativa si la mayoría de las operaciones se consuman en dólares. En cuanto a contratación de coberturas cambiarias en este ejemplo, éstas no deberían contemplar operaciones en dólares sino en otras monedas.
¿Cómo conocer la moneda funcional de una empresa?
Para apoyar la conducción de este análisis, las diferentes normas de información financiera proporcionan una guía técnica fundamentada en aspectos que se consideran clave en la operatividad de una entidad, mismos que pasan por la generación de ingresos y hasta por las decisiones de inversión. Cabe señalar que, aun cuando existen algunas diferencias entre los distintos marcos contables bajo los cuales se podría reportar la información financiera de una empresa (como las IFRS, NIF y los U.S.GAAP) en esencia, la necesidad de determinar la moneda funcional y la forma de conducir el análisis, son las mismas. Para efectos de este artículo, se utilizará como referencia la guía proporcionada por la normatividad internacional, cuya norma respectiva es la IAS 21, “Efectos de las variaciones en las tasas de cambio de la moneda extranjera” (IASB 2019).
La IAS 21 proporciona una serie de indicadores jerarquizados, es decir, unos tienen más peso que otros al momento de definir la moneda funcional. En la tabla que se presenta a continuación, se muestran los indicadores a manera de preguntas, junto con algunas consideraciones de la industria que podrían ser relevantes al analizar cuál es la moneda que realmente es la del entorno económico primario de una entidad.
Desde luego, habrá ocasiones en las que, tras evaluar cada uno de los indicadores, el resultado sea confuso, parezca contradictorio o inconcluso, por lo que, para resolver el enigma de cuál es la verdadera moneda funcional, será necesario aplicar juicio profesional. Por lo tanto, es indispensable que una compañía cuente con un análisis en el que determine cuál es su moneda funcional, teniendo en cuenta los indicadores anteriores, que a final de cuentas serán la base para poder concluir.
¿La moneda funcional puede cambiar?
Recordando, la determinación de la moneda funcional es un asunto de hechos y circunstancias, por lo que, si los hechos y circunstancias que sucedan y rodeen al entorno económico primario de una compañía cambiaran considerablemente, habría que reevaluar si la moneda funcional sigue siendo la misma o ha cambiado. Las empresas de la industria energética suelen experimentar ciclos pronunciados, pasando por momentos donde no generan ingresos ordinarios, sino que solo incurren en costos y gastos, y después experimentando cambios que pueden ser considerables en su mix cambiario con respecto a la generación de ingresos, pero también a la naturaleza de los costos y gastos propios de una etapa operativa. Estas consideraciones pueden variar entidad por entidad, teniendo en cuenta la forma en que contratan con los clientes, la tecnología utilizada, los insumos principales de operación (como el combustible, materias primas, mano de obra), si son exportadores o si únicamente atienden al mercado local, entre otras.
Para ilustrar lo anterior, una entidad del sector de petróleo y gas es buen ejemplo, ya que, al comienzo, seguramente tendrá que incurrir en costos y gastos para explorar y evaluar la viabilidad de las áreas sobre las cuales pretende desarrollar una actividad económica. Esto también implica haber incurrido en gastos significativos como la participación en licitaciones y, dependiendo del tipo de esquema legal que le correspondiera; licencias, derechos, bonos a la firma hechos al gobierno, etcétera. En la etapa de desarrollo, posiblemente los mayores costos correspondan a la adquisición de infraestructura y servicios no recurrentes tanto de proveedores locales como del extranjero y, en algún grado, fuerza laboral local. En la etapa de producción y ventas, entraría en consideración cómo se ve influenciada su determinación de precios, así como los desembolsos por gastos de operación recurrentes (mantenimientos y operación). Cada uno de los elementos anteriores podría darse en una gran variedad de monedas.
De forma similar, para entidades del sector eléctrico que cuentan con plantas de generación, es común que al inicio obtengan fuentes considerables de financiamiento para levantar la infraestructura eléctrica y por tanto incurran en costos iniciales para el arranque de una operación futura, como el pago de permisos y derechos a la CRE o a la Comisión Federal de Electricidad e inviertan en subestaciones e infraestructura de interconexión y transmisión. Posteriormente, ya preparados para vender energía, se tendría que evaluar si lo harán al Mercado Eléctrico Mayorista, a clientes privados en contratos bilaterales o a una combinación de ambos y qué tipo de gastos serán más importantes en etapa operativa (como el combustible, dependiendo la tecnología utilizada). Estos detalles pueden hacer la diferencia al momento de definir la moneda funcional para cada etapa de la vida de una empresa.
Consideraciones finales
Como se puntualizó, la definición de moneda extranjera es toda aquella que no sea la moneda funcional. Por lo tanto, una incorrecta determinación de la moneda funcional podría implicar un impacto financiero importante. Por ejemplo, en una empresa que reporta ganancias o pérdidas cambiarias muy significativas en su estado de resultados, causadas principalmente por su nivel de transacciones en dólar, ¿qué pasaría si su moneda funcional fuera el dólar? Los efectos cambiarios desaparecerían y darían lugar a aquellos causados por el peso mexicano, el euro o cualquier otra moneda. Así de esencial resulta tener bien analizada la moneda funcional.
Este análisis puede implicar mucho grado de juicio y es pertinente considerar particularidades de la industria junto a los aspectos técnicos de la normatividad aplicable, así como el apoyo de especialistas con experiencia.
Por lo expuesto, no debe perderse de vista que la moneda funcional es clave para la gestión de riesgos de las empresas, al igual que para una contabilidad adecuada y para reportar la situación financiera, así como los resultados de la operación de una entidad de manera fiel a la realidad económica de la misma, ya que unos estados financieros que se elaboran teniendo una moneda funcional errónea, seguramente inducirán una lectura incorrecta por parte de los usuarios de esa información y las implicaciones financieras podrían ser muy considerables, puesto que, decisiones de inversión, más otras que afecten la visión a distintos plazos de la compañía, podrían verse afectadas.
Referencias bibliográficas
International Accounting Standards Board (2019), International Accounting Standard 21, “The Effects of Changes in Foreign Exchange Rates”, https://www.ifrs.org
Consejo Mexicano de Normas de Información Financiera (2019), Norma de Información Financiera B-15, “Conversión de Monedas Extranjeras”, www.cinif.org.mx
PwC (2017), “Financial reporting in the oil and gas industry – International Financial Reporting Standards”,
www.pwc.com
Comisión Reguladora de Energía (2016), “Preguntas frecuentes sobre la nueva regulación en temas eléctricos”, www.cre.gob.mx