Muchos esperaban que 2016 fuera un año lleno de noticias positivas, entre las cuales destacara el fin del declive de los precios del petróleo; sin embargo, sólo se quedó en buenos deseos, ya que la realidad sigue siendo preocupante.
Sin duda ha sido un periodo difícil para los actores petroleros, se estima que entre junio de 2014 y enero de 2015 el precio internacional del petróleo cayó más de 70 por ciento, en tanto que la mezcla mexicana de exportación siguió desplomándose hasta el último día del año pasado, para el 31 diciembre su precio fue de 27.37 dólares.
Académicos pronostican que para 2016 no habrá cambios sustanciales, con un precio que difícilmente llegará a 45 dólares por barril, lo cual puede golpear aún más a México. Los funcionarios siguen mostrando entusiasmo al exponer que no será un problema para las finanzas del país.
No obstante, especialistas detallan que los ingresos petroleros de México bajaron de 30 por ciento en 2014 a sólo 17 por ciento en 2015 y la tendencia es que volverán a descender este año, incrementando con ello el déficit fiscal y la deuda externa del sector público.
Hablando del ambiente petrolero mundial, hay empresas que exponen que el reemplazo de reservas se está volviendo cada vez más desafiante debido al aumento en los riesgos de exploración de frontera que aumentan por el incremento en la complejidad geológica y operacional de los potenciales prospectos, aunado a las limitaciones de acceso y riesgos operativos que evolucionan a lo largo de la vida de los campos en producción.
A pesar del reciente y significativo declive en el precio del petróleo, aseguran que la reestructuración del sector energético mexicano, junto con los recientes avances en la tecnología y técnicas sísmicas en su conjunto dan pauta para desarrollar mayores oportunidades para descubrir y acumular reservas petroleras, lo cual puede ser un dato alentador.
Por otro lado, este año también arrancó con una noticia referente al mercado eléctrico nacional, para los nuevos competidores significó una buena señal, es decir, la separación vertical de las actividades de generación, transmisión, distribución y comercialización de CFE.
Con esta separación se asegurará que todas las empresas de generación y de suministro a usuarios tengan acceso abierto a la Red Nacional de Transmisión y a las Redes Generales de Distribución. El acceso abierto es una condición clave para eliminar barreras a la instalación de nuevas centrales eléctricas y atraer nuevas inversiones al sector eléctrico, de acuerdo con la Secretaría de Energía.
Históricamente han sido las empresas estatales (organismos públicos descentralizados, antes de la Reforma Energética de 2013) las encargadas de garantizar la seguridad energética en México y en otras naciones. Hoy día tocará a una nueva organización productiva basada en el mercado, garantizar dicha seguridad.